—¿Estás segura de esto? —Aang me abrazó por última vez antes de partir hacia la capital de la nación del fuego. Faltaban pocos días para el eclipse y tenían el tiempo contado, no podían detenerse más de lo previsto solo porque yo deba descubrir mi propio pasado—. Podemos quedarnos contigo.
Sonreí mientras negaba con la cabeza. —No quiero retrasarlos. Ustedes pueden iniciar el ataque sin mí, pero no va a haber ataque si se quedan conmigo. No te preocupes —dije, acariciando su fruncido entrecejo—, me uniré lo antes posible. Tengo el mapa que me dio Soka, los alcanzaré apenas termine.
Aang pareció querer decir algo más, pero fue interrumpido por Soka. —Vamos tortolitos, tenemos que partir antes de que se haga tarde —sonrió con malicia, me limité a rodear los ojos.
—Cuídate Kate —dijo el menor, subiendo de un salto encima de Appa para así iniciar vuelo. Agité mi mano en modo de despedida mientras el animal se perdía cada vez más y más.
—¿Preparada para escuchar lo que no quieres oír? —Piandao apareció por detrás mío, invitándome a entrar a su casa. Solté un suspiro, girando para ingresar tras de él.
—Dices saber quién soy, pero parecía ser que no llegabas a reconocerme cuando me viste por primera vez —solté, notando como el asistente del viejo (al cual casi maté) cerraba las grandes puertas. Observé al moreno—. ¿Cómo creerte?
Él se quedó callado, mirando fijamente al cielo, lugar donde todavía se lograba apreciar al bisonte volador, aún cuando ya era de noche. —Está en ti creerme o no. Pero algo me dice que confías. Si no, ya te hubieras ido con tu padre.
Sin agregar más y dejándome con las palabras en la boca, Piandao se alejó al interior de su castillo. Troté para estar a su par. —Mi padre fue asesinado tiempo atrás, no podría irme con él...
—Hablo de tu verdadero padre.
Me congelé en mi lugar, viendo como el hombre no se detenía a esperarme. Mi cabeza daba vueltas una y otra vez. Estaba confundida. ¿Por qué sentía como si hubiera una enorme mancha en mi memoria? —¿A qué te refieres?
—Eres el avatar, ¿no? —preguntó, deteniéndose para encararme mientras le hacía señas a su sirviente.
—¿Cómo lo...? —comencé a decir, pero me interrumpió.
—El siguiente Avatar en la línea debería pertenecer a la tribu de agua. Tú, que eres el susodicho, creciste en la nación del fuego pero tus orígenes son en la tribu.
Negué la cabeza, reacia a creerlo. —Escuché eso de que era el Avatar pero, ¿no soy hija de mis padres? —reí con amargura, recordando la imagen familiar del libro que encontré en la biblioteca—. ¿Quienes son en realidad?
Piandao le pidió a su asistente que preparara té mientras este me dirigía a lo que sospechaba que era el salón de visitas. Me acomodé en uno de los asientos, tensa. —La pregunta es, quién eres tú —el viejo se acercó a una pequeña estantería con libros perfectamente ordenados. Por unos segundos me permití apartar la mirada de él para contemplar la habitación. Era una muy similar a la de mi casa, solo que en otros colores y con mucho más mármol: las paredes, pisos y algunos accesorios eran de esta piedra, denotando la elegancia y costo de la vivienda. Tragué saliva. Me recordaba ligeramente al palacio real.
Piandao se posicionó frente a mí, extendiendo una hoja ya deteriorada por el tiempo. La leí sin miedo pero, por alguna razón, con la voz temblando.
Piandao, viejo amigo
He pasado por una serie de infortunios desde la muerte de mi pequeño hijo, quien no alcanzó a vivir más de unos días. El ambiente en mi hogar se ha teñido de negro con la pérdida del pequeño y mi esposa, Weng, ha comenzado a perder el brillo de su mirada. Max y Alexander no entienden qué sucede, pero no quiero involucrarlos más en esto. Todo ha sido un desastre, hasta que un milagro sucedió.
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El Secreto Avatar
Fanfiction¿Qué estarías dispuesto a dar por amor? ¿Tú vida? ¿Tú cuerpo? ¿Matarías por él? Aang no estaba muy seguro de eso, pero Kate sí. Ella estaba dispuesta a dar todo lo que sea necesario para vengar la muerte de aquellos que alguna vez quiso, incluso si...