Del amor al odio hay solo un olvido

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—Ha sido un día larguísimo —Kate movió ligeramente sus hombros mientras bajaba lentamente por la escalinata camino al patio común—. Ni siquiera debería venir a la escuela.

Por el rabillo del ojo alcanzó a divisar algo inusual en el calmado y monótono clima que los estudiantes causaban: una cola peluda se asomaba por debajo de la camisa de uno de los chicos. Bueno, decir uno es algo impreciso y generalizado. Claramente, el único chico que podría traer un lémur volador a la escuela era Aang y, con las sospechas sobre él, Kate no tardó en darse cuenta de que había visto antes a ese animal.

—¡Meg! —unas chicas de su clase aparecieron a su par, obligándola a detenerse por unos minutos, pero aún así no apartó la vista del chico, notando que una niña se le había acercado. Frunció el ceño confundida—. ¡Hola! Queríamos invitarte a unirte a nuestro grupo. Tú sabes, para no estar sol...

—Disculpa pero, ¿me puedes decir dónde está la biblioteca? —preguntó, interrumpiendo a la chica. Se giró para mirarla, notando que era unos centímetros más baja que ella, pero que pasaba desapercibido por la radiante y fuerte presencia que poseía—. Tengo trabajo que hacer...

En cuestión de segundos, el rostro de la chica enrojeció, avergonzada y al mismo tiempo algo molesta. Apuntó en una dirección y, dando las gracias, Kate pasó de ella para ir a conseguir información. No había venido a hacer amigos, menos a preocuparse por algo como la popularidad que esa chica le estaba proponiendo indirectamente. Tenía que encontrar al Avatar, y tiene indicios de que estaba más cerca de lo que pensaba.

La biblioteca era bastante oscura y pareciera no haber sido limpiada en años. Le echó un vistazo a los grandes vitrales cubiertos de polvo y algo de musgo debido a la humedad de la habitación, los cuales la luz y el tiempo han ido deteriorando poco a poco. Tal vez en una época fueron hermosos, pero ahora, lo que más provocan era asco y pena.

Buscó con la vista a alguna persona que pudiera ayudarla antes de comenzar a dar vueltas a lo loco por la habitación, lo cual no sería una gran opción, considerando el gran tamaño de la biblioteca. —¿Hola? —preguntó, revisando a su alrededor. Se acercó al mesón de la entrada, donde una gran pila de libros polvorosos amenazaba con caerse en cualquier momento. Se preguntó cuánto tiempo tardaría en suceder y golpear el suelo con estrépito. Y, por unos segundos, vio pasar una veloz imagen por sus ojos, producto de su dañada mente.

En esa visión pudo captar ligeramente su presencia viendo algo parecido a un cuerpo envuelto en sangre. Uno de un chico bastante joven y de buen aspecto. Se asustó, preguntándose quién era, pero decidió restarle importancia. ¿Qué importaba quién fuera? Ya estaba muerto y creía que tratar de averiguar quién era dolería más que lo que provocó su partida. Algo se lo decía.

—¿En qué puedo ayudarla? —un anciano apareció por entre los grandes estantes mientras arrastraba un carrito de madera repleto de libros. La sorpresa fue tal para la chica que, después de haber estado pensando tanto en la causa que provocaría que se cayera esa enorme pila de libros que se encontraba en la encimera, terminó siendo ella la que lo hizo.

—¡Lo siento! —se disculpó, agachándose para recoger el desastre que armó.

El hombre rió mientras imitaba el actuar de la chica. —No te preocupes. Estaba pensando en hacer algo con esos libros. Ya están algo viejos... y no cumplen con las leyes del país.

—¿Leyes? —Kate miraba una tras una las portadas de los libros, donde los títulos resaltaban en grandes letras doradas. Nombres como "La nación prohibida" y "Cuentos de los monjes" llamaban la atención de cualquiera que pasaba por ahí y caía en cuenta de su relación—. ¿Están retirando todo hacer de los Nómadas aire? ¿Por qué? Es parte de la historia.

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