Había volado una larga distancia desde el barco donde Soka, Katara, Toph y Aang se encontraban, usando simplemente el planeador que habían producido improvisadamente, tratando de seguir el modelo del de Aang. Me daba algo de tristeza mentirles una vez más y dejarlos, después de todo lo que habíamos pasado... Pero no puedo permitir que me sigan otra vez. Esta vez no. No van a pelear con Zuko, ni menos Azula... Si no contra el señor del fuego, y dudo que ganen en este momento. No están preparados. Sabía lo que me esperaba y no tenía miedo, no por ahora. Pero eso no me detendría, al contrario, me daba más ganas de seguir adelante. Tenía que completar mi plan lo antes posible.
Llegué a la frontera marítima que posee la nación del fuego con el reino tierra y no tardaron en atacarme al pensar que era un enemigo. "Obviamente lo creerían si estás usando el planeador de Aang..." pensé, mientras esquivaba una bola de fuego que habían lanzado en mi dirección. Usé el planeador para romper una roca ardiente que lanzaron justo después del primer lanzamiento, evitando que impactara contra mi cara. Perdí un poco la estabilidad al no medir la fuerza que apliqué sobre la vara, pero nada que en unos minutos no pudiera recuperar. Solté un suspiro al estar lo suficientemente cerca del borde terrestre, donde instantáneamente los soldados de la nación del fuego se pusieron en guardia, apuntando sus manos y armas amenazantes en mi dirección mientras esperaban a que llegara a tierra.
Apenas toqué el suelo, solté el planeador y levanté ambas manos para luego arrodillarme mientras las ponía sobre mi cabeza. —No vengo aquí a pelear —solté un suspiro resignado. Obviamente sabían que hacía aquí.
Un soldado se hizo paso entre todos para así quedar frente a mí. Se veía muchos años mayor que los demás, incluso podría decir que les doblaba la edad a todos los presentes. Su larga barba blanca y la calvicie de su cabeza indicaban que ya estaba en el último tramo de su vida, pero que aún así rebosa de salud y fuerza, la cual usará para el bienestar suyo y el de toda su nación. Fije la vista en su rostro, el cual estaba arrugado y lleno de manchas producto a la edad, aunque sus ojos seguían brillando con la misma intensidad de cuando era un guerrero. Me erguí tratando de lucir algo más digna que la chica que se estaba entregando al enemigo. —General Sho, es un gusto volver a verlo —mentí. Aún después de años sin verlo, no necesitaba que me dijeran quién era. Nunca olvidaría la cara de un traidor.
—Es una grata sorpresa verla... Aquí —contestó, mirándome con cierto desprecio. El hombre había traicionado a mi padre, diciéndole al señor del fuego que él ocultaba información acerca del Avatar. Se lo llevaron junto a mi madre una vez que supieron la verdad, entregando el puesto que tantos años había llevado a el General Sho. El mejor amigo de mi padre. Solté un bufido mientras me ponía de pie. Nunca confíes en nadie, Kate, me dije. Nunca—. Jamás alcancé a expresarle mi más grande pésame por la muerte de sus padres. Fue algo... Insólito.
—Lo mismo creo yo... —dije, apretando los dientes con fuerza. Odiaba a ese hombre con toda mi vida y si no fuera porque tengo una misión que cumplir (y porque estoy rodeada de soldados) lo mataría con mis propias manos. Sin poderes. Sin armas. Simplemente, la niña que años atrás dejó sin padres.
Unos grilletes me tomaron ligeramente por sorpresa, los cuales abrazaban con firmeza cada una de mis extremidades y se unían a través de cuatro cadenas a cuatro soldados distintos, los cuales se veían de gran tamaño y fuerza indescriptibles.Cualquiera que me mirara creería que he hecho la peor atrocidad contra la nación del fuego y que me llevaban a la horca. Resoplé al pensar en lo estúpida que me debería de ver.
Me giré para encarar al General Sho, entrecerrando un poco los ojos con cierta picardía. —Además, quiero felicitarlo por tomar el puesto de mi padre una vez que él... Ya sabe, se fue al mundo de los espíritus —tragué saliva antes de seguir hablando con sarcasmo—. Es increíble que usted, quien siempre vivió a la sombra de mi padre, haya conseguido un puesto de tan alto rango —sonreí falsamente, no sin antes mirarlo con el mismo asco que él lo hizo al verme por primera vez—. Felicidades.
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El Secreto Avatar
Fanfiction¿Qué estarías dispuesto a dar por amor? ¿Tú vida? ¿Tú cuerpo? ¿Matarías por él? Aang no estaba muy seguro de eso, pero Kate sí. Ella estaba dispuesta a dar todo lo que sea necesario para vengar la muerte de aquellos que alguna vez quiso, incluso si...