Llamado de emergencia

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—Kate, ¿qué sucede?  —Aang la había seguido a su habitación cuando ella había abandonado la sala. Se dispuso a guardar sus cosas en un bolso gigante, aún sabiendo que no lo iba a usar más adelante—. ¿Vas a partir así y ya? ¿Sin nosotros?

—Primero que nada —dijo, deteniéndose para escudriñar a Aang con sus azules ojos—. Todos tienen cosas distintas que hacer. Pedirle a Soka que deje a su padre y a ti que abandones al gurú sería algo completamente egoísta. Y segundo... —tomó un suspiro antes de darse vuelta para así entregarle la carta que había recibido de su hermano—. Es una trampa. 

—¿Qué? —el chico revisó de arriba a abajo la carta, leyó las primeras iniciales viendo si formaba alguna frase con sentido, pero nada—. ¿Cómo sabes eso?

—Tenemos un halcón entrenado para que solo llegue a los líderes de la rebelión, es decir, a Camille, Alexander, Max o a mí, y nadie más conoce sobre él. Le hemos enseñado a pasar desapercibido y a cómo ubicarnos. Es indetectable.

—No entiendo —comentó Aang, tratando de buscar la conexión.

La chica cerró el bolso para luego bajarlo de su cama y así sentarse en ella. —Si es indetectable, ¿cómo es posible que haya sido interceptada por los Dai Li? —tenía sentido, pensó Aang—. Además —agregó—, lee la inicial de la primera y última palabra de cada frase.

Y eso hizo. Nunca habría pensado en esa idea, algo original a decir verdad y bastante secreta. Pero hubiera deseado que el mensaje fuera otro. —No vengas —Kate asintió mientras terminaba de arreglarse para irse—. Esto claramente es una advertencia. No deberías ir.

—No puedo no ir, Aang —la chica se acercó a un tocador que tenía en su cuarto para amarrarse el cabello en una cola alta como no suele usar—. Esa es la letra de Alexander, y si dice que no vaya con un mensaje que claramente solo nosotros sabemos es posiblemente que sea un mensaje verdadero. Y si es así, es posible que también tengan a Camille y a Max. Y con ellos a la rebelión completa. No puedo abandonarlos —ella se quedó mirando algún punto lejano de la habitación, como si estuviera pensando en algo. Terminó murmurando—. Soy su líder.

Kate estuvo a punto de dejar la habitación cuando Aang le gritó, algo triste y decepcionado. —¡¿Y por eso nos volverás a dejar a nosotros?! —la chica pensó en responder, pero él fue más rápido y terminó su idea—. Sé que es egoísta y que quieres mucho a tus hermanos... Pero te acabo de recuperar después de pensar que te había perdido Kate. Simplemente... No podría soportarlo una vez más. Y sé que tú no sientes nada por mí pero, espíritus, aún cuando me dijiste todo eso en el baile no te puedo sacar de mi mente y...

Ella sonrió a través del espejo, mirando el reflejo de Aang cada vez más nervioso. Se tomó su tiempo para girarse mientras escuchaba al pequeño murmurar distintas cosas sobre que ella era su mitad y que era su deber estar con él, al ser ambos el Avatar. Rió por lo bajo antes de tomar al chico por los hombros y plantarle un tierno beso en los labios, tratando de que, con eso, solucionar todas las dudas que el pequeño tenía. —Te amo.

La boca del chico cayó de par en par, sin poder creer que era lo que la chica decía. ¿Estaban sus oídos sucios o era que su mente estaba mezclando fantasía con realidad?—¿Que tú qué...? Pero me habías dicho que...

Volvió a reír, apoyando su frente en la del chico.—Creo que me conoces muy poco como para no darte cuenta cuando estoy mintiendo.

Aang la miró a los ojos antes de dejar escapar una pequeña sonrisa.—Tú eres un libro cerrado, Kate. Es difícil leerte por más que quiera.

Ella se mordió el labio, juguetona. —Pues, creo que deberías intentarlo con más ganas. De seguro contigo el libro se abre completamente... —y dicho eso, se alejó para arrojarse a la cama, despreocupada.

El Secreto AvatarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora