Reencuentros

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Kate se despertó con jaqueca. Perfecto para un día tan importante como ese, pensó mientras se ponía de pie para caminar un poco. Tal vez sea por su falta de movimiento y por sus largos periodos de sueño, pero decidió no pensarlo más y trotar lo más lejos que pudiera de donde estaban todavía durmiendo sus amigos. Necesitaba despejar un poco la mente antes de siquiera pensar en un plan para alejar a Aang. Intentó analizar todo lo que sabía sobre el palacio real: salidas, pasadizos secretos y otros lugares que podrían servir para llegar antes que su acompañante, pero sentía que en su cabeza solo había lugar para ese latente dolor en ella. Golpeó un árbol con su puño y sintiendo como la fuerza de este se le devolvía, siguió corriendo.

Los otros miembros no tardaron en despertar al igual que ella, simplemente que decidieron empacar todo para esperar a sus aliados en esa batalla contra la nación del fuego. Desayunaron con calma sin darle importancia la falta de Kate entre ellos, sabían que esa chica no lo debería estar pasando bien y de seguro quería estar un tiempo sola, por lo que decidieron centrarse en otras cosas. Como en el plan de invasión de Soka, el cual no paraban de revisar una y otra vez.

—¿Están seguros de que es buena idea mandar a Kate con Aang para derrotar al señor del fuego? —comentó Toph después de la décima vez que Soka le contara el plan. Apoyando el mentón en su mano, soltó un leve suspiro—. Ella prácticamente no recuerda nada.

—¿A qué te refieres con que no recuerda nada? —preguntó alarmado Aang, acercándose a la ciega—. Sé que ella dice llamarse Meg y que no sabe que somos prácticamente pareja, pero no creo que eso sea un problema, ¿no?

La pequeña volvió a moverse en su lugar, esta vez cruzando sus brazos mientras levantaba ambas cejas. —"Meg" no sabe usar sus poderes. Ni siquiera puedo asegurar que los tenga todavía.

—Toph tiene razón —le apoyó Katara, acercándose a Aang—. Es peligroso exponerla a Ozai cuando ni siquiera recuerda quién es. Puede perjudicar la misión.

—¿Entonces debo enfrentarlo a él solo? ¿Estás loca? —dijo el pequeño, más angustiado que enojado.

Soka se acercó a ellos con el semblante serio. —Es posible que Kate no pueda usar sus poderes, pero no podemos mandar a Aang a luchar solo. Es muy probable que el señor del fuego acabe con él —miró al vasto mar, concentrado en algo distante—. Además, nadie de la nación del fuego podrá usar sus poderes y Kate es una asesina. Puede arrojarse sobre él y matarlo en unos segundos. No creo que necesite sus poderes.

—Sigo pensando que es una mala idea —soltó Toph, bajando de un salto de la roca donde estaba sentada.

—No se preocupen. Lo haré y regresaré con vida —detrás de ellos apareció la chica, sudorosa de tanto correr y hambrienta por no haber desayunado. Los miró a cada uno antes de desviar la mirada hacia el mar, donde una espesa niebla ocultaba gran parte de su azul color y que comenzaba a acercarse cada vez más a la orilla.

Katara también se volteó, atraía por lo que le llamaba la atención a Kate. Dejó escapar un quejido. —La neblina va a retrasar la invasión.

Su hermano negó, sonriendo. —Esa es la invasión.

Los cuatro agarraron rápidamente sus cosas y comenzaron a bajar la gran montaña hasta la bahía, mientras que Kate se tomaba su tiempo para hacerlo. Todavía no había ingeniado una solución a su problema. No podía simplemente decirle a Aang que no fuera a la invasión y que ella se encargaba de todo. Era estúpido y sentía que lo necesitaba a su lado. ¿Quién se llevaría su cuerpo si no? —Es egoísta pensar en usarlo solo para eso...

—¿Usar qué? —Kate arrojó todas sus cosas, sacó de su bota su tradicional cuchillo y se lanzó encima del extraño que la asustó. Vio el terror en los ojos de Aang cuando éste sintió el arma en su cuello y, a la misma velocidad con la que se había acercado a él, Kate tomó distancia.

El Secreto AvatarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora