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Sucrette.
Lo miro. Sus ojos morados expresan la tristeza con la que me explica.
— Sucrette... No entiendo lo que siento. No entiendo nada referente a mí. Menos a ti. No sé lo que piensas, lo que deseas y sientes. Pero... En este momento... Desearía saber qué es lo que sientes.
— P-... Yo... — Tomo un suspiro, para calmarme, lo que no sucede. — Nathaniel me pidió que fuera su novia ayer.
Se aleja con el rostro distorsionado de la sorpresa y dolor.
— ¿Y dijiste que sí? — Pregunta.
— No le contesté. No sé lo que siento, igual que tú. — Me separé de la pared. Era mi momento de hablar. — En estos años, me han gustado, de alguna manera, todos, pues son apuestos y... No sé. Me gustaban. Llegaste tú y Armin y todo cambió. Tú. Tú me hiciste cambiar. Mis sentimientos cambiaron. Todo lo referente a ti, me hacía sentir... Diferente. Tenías un poder con el que podías controlarme. Entonces, las cosas entre nosotros comenzaron a florecer; los leves roces, caricias, besos. Todo.
>> La relación cambió y... Éramos algo más que amigos, pero no novios. Éramos algo diferente. Pero... Los vi. Vi cómo abrazabas a Kentin, con el que tenías sentimientos. Todo se derrumbó dentro de mí; por primera vez, supe lo que era un corazón roto.
>> Terminamos con todo lo supuesto que teníamos y me sentía desolada. Sola. Sin nadie. De nuevo, habías hecho que mi mundo cambiara.
>> Pero, llegó Nathaniel, y me levantó. Creo que de alguna manera lo admiraba y le tenía ese agradecimiento por haberme hecho sentir mejor; pero algo surgió de nosotros. L-lo hicimos y él me trató de una manera más amable y cariñosa. Me hizo sentir importante. Me hizo sentir la única.  
— P-pero... — Trata de rechistar, pero nada sale de sus labios, más que un suspiro. — Entonces... ¿En serio es un adiós?
— Esto jamás será un adiós. Ya tratamos de hacer uno, pero, al parecer, no funcionó. Creo que... Creo que no deberíamos ser... — Trago saliva, preparándome para lo que estoy apunto de hacer. — Amigos.
— ¡¿Qué?!
— Yo... — Quiero decirle que lo siento, pero él me interrumpe uniendo sus labios a los míos.
No lo puedo alejar, mis brazos no sirven. No me puedo mover, sólo disfrutar sus labios.
— ¿Sucrette? ¿Qué estás haciendo? — Empujo a Alexy y observo como Nathaniel me observa dolido, pero como su aún no se lo pudiera creer.
— N-Nath... ¿C-cómo viste nuestra actuación? E-es para una obra de teatro —. Trato de mentir, pero no lo logro.
— Sucrette... No me mientas.
— N-no te estoy mintiendo. Y-yo...
Él se da la vuelta, tirando el ramo de flores que tenía en sus manos. Corro hacia Nathaniel, dejando atrás a Alexy, de quien puedo sentir su mirada penetrante.
Alcanzo a Nathaniel en la entrada del edificio, me da la espalda, es obvio que me espera.
— N-Nath... No es lo que parece...
— Ah, ¿en serio? ¿No te estabas besando con Alexy, escondida de mí?
— B-bueno... Sí, pero...
— ¿Pero qué? — Se gira y puedo ver el enojo en sus ojos. — No puedes defenderte. Por eso no me contestaste ayer.
— E-es que...
— Sucrette... Sólo... Cállate. — Se aleja, y ya no lo sigo, porque sé que ya lo arruiné todo. Eso ya no tiene arreglo, no por el momento.
De nuevo, ese molesto dolor aparece y tengo que arrodillarme, para no sentirlo tan fuerte.
Escucho pasos detrás de mí y veo a Alexy, y siento que mejoro. Ya que pasó esto, ya puedo estar con él. Aunque no me siento muy orgullosa de cambiar el uno por el otro, siento que así no tendré porque elegir.
— ¡Alexy! — Me levanto y voy a sus brazos, pero él me aparta. — ¿Qué te pasa, Alex?
— Ya me di cuenta de a quién elegiste.
Y se va igual que como lo hizo Nathaniel.
Los perdí.
Los perdí a ambos.

Alexy... ¿Es gay?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora