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Sucrette
Me paso la semana entera junto a Nathaniel.
Ya casi no siento el dolor en mi pecho.
Se está extinguiendo.
Nathaniel es mi medicina.
Me siento a su lado en la Sala de Delegados, donde está con unos papeles.
— Nath, te traje algo de comer, ¿está bien? — Le dejo la comida a un lado suyo, pero no lo nota por lo concentrado. — ¿Nath?
Parece no notar mi presencia. Observo por encima de su hombro con lo que está trabajando, y es sobre nuevos estudiantes y en qué clase van a estar.
— Nathaniel. Toma un descanso. — Nada. Sigue pasando hojas de un lado a otro y escribe algo en otra hoja. Parece que algo no le sale bien, porque gruñe y pasa sus manos sobre su cabello, estresado.
— Tranquilo, Nath... — Lo abrazo por detrás con fuerza. Estoy preocupada por él. Él se sobresalta a mi tacto, y luego me voltea a ver.
— Sucrette... — Al escuchar de qué manera pronuncia mi nombre, mi corazón se acelera. Es como añorante, como si me hubiera estado esperando, como si yo estuviera ahí y lo tranquilizo. Lo abrazo más fuerte y él toma mi mano de su pecho. — Te estaba esperando... Tú... Tú me tranquilizas.
Sus palabras regocijan mi corazón.
— Tómate un descanso y vamos a comer. — Le digo y él asiente con una sonrisa.
Se levanta, toma la comida y salimos tomados de la mano. Comemos en una de las bancas, del patio. Hablamos sobre lo que tiene que hacer y él se desahoga conmigo. Parece estar más tranquilo después de eso.
Y entonces, menciona algo sobre si me gusta alguien.
Yo respondo que no.
Él aparta la mirada.
Le pregunto lo mismo; él no contesta.
Se levanta y parece caminar lejos, ignorando que me acaba de dejar como si nada. Me levanto para seguirlo y exijo saber lo que le sucede, él me ignora. Pero yo sigo preguntando hasta que se cansa, me pega a la pared y me mira fijamente.
— Lo que me sucede es que... Yo no te gusto. Y tú a mí sí. Eso duele, ¿sabes? Duele que no le gustes a alguien, pero él a ti, sí.
Suspiro, esperando decirle que sí lo he sentido. 
— Nath... Sí me gustas. Es sólo que... No estaba segura si era recíproco. — Le digo y veo alivio en su mirada.
Me acorrala contra la pared y me besa.
Un beso apasionado, como si lo hubiera estado esperando.
Al igual que yo.
No me opongo, después de todo, lo necesitaba.

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Alexy... ¿Es gay?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora