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Zurik
La puerta se abre, lo que me tranquiliza y relaja, pues he estado aquí por dos horas y mi paciencia ya no existe. 

— Dios, Kentin. — Se queja Sucrette, que ha estado quejándose en todo el tiempo y en este momento, tengo ganas de estrangularla para que se calle. Obviamente, no lo haré, porque es mi amiga y porque sólo lo hace por desesperación. — Gracias, gracias a Dios que viniste, creí que moriría aquí dentro y que mi cadáver se pudriría y que nadie me encontraría y sería olvidada para siempre.

— No seas exagerada, Su. — Le digo y ella me sonríe, divertida. 

Me volteo para ver por qué Kentin no ha dicho nada y me doy cuenta de que es porque no es Kentin, es Alexy y nos mira divertido, aguantándose la risa. Sucrette aún no se da cuenta que es Alexy y no Kentin, lo que me hace sonreír.

Sucrette se da la vuelta, aún quejándose y bufando cosas sin sentido.

— Agh, hasta ya siento que huelo mal. Sólo sáquenme de aquí. — Suelta ella y yo me río porque lo acaba de decir frente a Alexy. Sé que lo dice como nada porque le tiene mucha confianza a Kentin, así como a mí, pero sé también, que ella es pudorosa junto a Alexy.

— Creo que Alexy no quería saber eso, Su. — Le digo y ella se tensa, dándose cuenta de lo que acaba de hacer.
Se gira y ve a Alexy. Se pone roja como un tomate y sonríe con nerviosismo.

— N-no es cierto lo que dije... Jeje... Es... Yo... — Balbucea, tratando de arreglarlo.

— Su, está bien. — La interrumpe Alexy, con su sonrisa de siempre. — Sólo salgan. Ya es tarde.

Sucrette no dice nada, aún apenada y sale del sótano.

Yo la sigo.

Sucrette
Camino junto a Alexy, después de haberme despedido de Zurik. Alexy nos había dicho que él había venido por nosotras, pues Kentin había sido llamado por sus padres y tuvo que irse rápidamente, así que le dijo a Alexy que tenía que abrir la puerta del sótano antes que nada.
Alexy lo obedeció y así supo que estábamos atrapadas ahí.

— Ya, no te pongas así. — Alexy me da un codazo amistoso y me sonríe. Sigo callada por lo que dije. — No tiene nada de malo lo que dijiste, además, tú me puedes decir todo, aunque sea muy asqueroso. Después de todo... Somos novios, ¿no?

Me paro en seco. Levanto la mirada hacia él y veo que ya no me mira, mira al suelo, sonrojado.

— ¿S-somos... Novios? — Pregunto, aún sorprendida. No me lo había preguntado jamás, así que supuse que éramos algo parecido a amantes extraños, o amigos con derechos.  Nunca supe bien lo que éramos.

— Nunca te lo pedí. — Declara él, sin verme. — Pero siempre pensé que éramos eso. Te amo y... — Me mira y puedo ver su mirada cargada de cariño y desición. — ... Ya que arreglamos todo, es momento de pedírtelo, ¿no crees? ¿Quieres... — Se aclara la garganta. — Ser mi novia?

— Sí. — Digo sin pensar. No puedo apartar la mirada de sus hermosos ojos grandes, que tampoco dejan de mirarme. Me pierdo en su mirada, sintiendo lo que él siente y dejándome llevar por mis pasos, para borrar los metros que nos separan. Levanto mi mano, para tocar su suave piel, su calidez y todo lo que él lleva para enloquecerme. Él me toma de mi espalda baja, para acercarme a su pecho. Me pongo de puntas, para acercarme más a su rostro tan ansiado y él se agacha, para hacer lo mismo. Nuestros labios se juntan y puedo sentir descargas por mi cuerpo, que me hacen revitalizarme y sentirme viva, algo que sólo puedo sentir con él. Cómo mi pulso se eleva, las mariposas en el estómago aletean y todo en mi interior erosiona en diferentes emociones que me hacen vibrar. 

Todo con él.

Y nadie más que él.

Alexy... ¿Es gay?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora