CAPÍTULO 23-.

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— Peter, quiero que comprendas una cosa. La gente cuando muere tiene dos opciones por así decirlo, hay gente que se convierten en espíritus y otros por desgracia se convierten en espectros. Normalmente tu puedes elegir qué vida llevar pero hay personas que desde que nacen ya están condenadas a ser algo. Los espectros son seres que viven en las tinieblas, todos nosotros nos encontramos en el inframundo pero siempre hay algunos que consiguen salir. Los espectros son seres sanguinarios que lo único que buscan es provocar el caos y destrucción allí por donde pasan pero por suerte un espectro lo máximo que puede hacer es controlar a otra persona, nunca se materializa, no cuentan todavía con la energía necesaria. Al parecer contigo eso es diferente, a ti te pueden ver y tú los puedes ver igual que me puedes ver a mí — Me explica gesticulando teatralmente — Los espectros se meten en tu cabeza, te atormentan los sueños y enriquecen las pesadillas. Hay gente que elige hacer el mal en vez del bien.

Me quedo pensando durante un rato, lo que vi en aquella página era verdad, lo que vi era un espectro. Pero mi pregunta es ¿Por qué yo? ¿Por qué yo puedo verlos y los demás no?, es algo que mi cabeza no llega a comprender del todo bien. Jeane sigue callada a mi lado.

— ¿Te puedo hacer una pregunta? — Le pregunto aclarándome la garganta.

— Claro, hazme las que quieras — Me responde sonriendo, esas sonrisas me recuerdan inconscientemente a Catherine, son las típicas sonrisas que te dedican los hermanos.

— ¿Por qué tú estás aquí? Quiero decir, decíais que vivíais en el inframundo ¿Es que te has escapado?.

— No, en realidad nunca fui al inframundo, decidí quedarme aquí. Le tengo demasiado cariño al campus para abandonarlo, de alguna manera estoy ligado a él — Mira a su alrededor con nostalgia, la nostalgia de pasar los viejos tiempos aquí seguramente, sentada en la hierba.

Detrás de cada pregunta hacemos una pausa para recapacitar y asimilar la información, Jeane se parece más a mí de lo que me había dado cuenta.

— ¿Quieres ver algo curioso? — Está mirando hacia el cielo, asiento.

Presto mi atención en un punto donde está mirando y consigo ver una mota blanca, de esa salen más y más, van bajando y pongo mi mano, una de ellas se posa en mi mano y noto un escalofrío, está frío y se derrite al contacto con la piel, es nieve.

La nieve empieza a caer por todo el campus y la gente se queda mirando hacia el cielo impresionada, no hay ni una sola nube. Miro un momento a Jeane y tiene los ojos como platos mirando la nieve, es los ojos que ponen los niños pequeños al ver algo que les fascina.

— Cuando me morí estaba nevando ¿Sabes? — Observo la nieve caer en la hierba.

— ¿Cómo has hecho eso? — Pregunto asombrado.

— Aprendí un par de trucos — Junta las manos y crea de la nada un gran copo de nieve entre las manos.

Nos quedamos sentados viendo nevar, la gente se ha metido dentro de las habitaciones, apenas quedan algunos curiosos que salen a ver como nieva.

Pronto no queda nadie y solo se oye silencio, un silencio muy profundo pero cómodo, Jeane no para de sonreír, de vez en cuando juega con los copos de nieve. Los mantiene flotando en la palma de su mano y luego me lo pasa a mí, cuando el copo se derrite al contacto con mi mano nos miramos y nos reímos, el campus parece otro, tanto los árboles cómo los tejados están nevados formando una gran estampa.

— Eres asombrosa — Exclamo observando su creación.

— No lo soy, si lo fuese no estaría aquí — Responde desanimada y deja caer el copo de nieve — Cada uno construye su propio destino, hacemos nuestra propia vida y hay veces que la vida se tuerce y sin saberlo te fabricas un destino lleno de obstáculos, en ocasiones esos obstáculos acaban por vencerte a ti.

Lo Invisible LI#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora