CAPÍTULO 1-.

564 79 131
                                    

PRIMERA PARTE: BUENOS Y MALOS

Estoy de pie frente al espejo, observándome de arriba abajo antes de coger el autobús que por así decirlo cambiará mi vida.

En el espejo veo a un chico de metro ochenta y cinco de pelo castaño y ojos marrones y en su mirada... bueno, hay una mezcla de cosas que me es imposible expresar. Ese soy yo Peter Mitrholl. Tengo dieciocho años, pero antes de todo os dejaré que me conozcáis mejor; mi infancia ha sido de todo menos sencilla.

Nunca he llegado a conocer a mi padre, mi madre Sabrina Mitrholl tuvo a mi hermana pequeña Catherine cuando tenía 4 años, el primer año todo eran risas pero eso cesó cuando mi madre desapareció sin decirnos a dónde iba.

Toda nuestra infancia hemos ido de una casa de acogida en otra. Pero fue a los catorce cuando la vida me dio una patada en toda la cara.
Era una mañana como a las diez y media o así, vino una pareja de cerca de cincuenta años.

La mujer de cabello oscuro con mechones grises desperdigados y de ojos verdes, junto a un señor, su esposo si no me equivocaba, aparentaba tener más edad que la mujer debido a su gran cabeza adornada únicamente con dos líneas de pelo junto a las orejas, estaba bastante gordo y con una pinta bastante desmejorada, se plantaron en frente de mí.

Todo lo demás está algo borroso, recuerdo que no me pude ni despedir de Catherine, me recuerdo montado en un coche con lágrimas en los ojos y la mujer, claramente agobiada diciendo palabras tranquilizadoras.

Poco a poco me di cuenta de que pertenecer a una familia me separaba de Catherine y la casa instalada en el barrio de San Francisco parecía más una cárcel que un hogar. Mi cuarto era el único lugar donde me sentía cómodo, la mujer se llamaba Maya y era la única que se preocupaba por aparentar que éramos una familia feliz, el hombre se llamaba John y al parecer le gustaba tan poco cómo él a mí.

Hablaba casi todos los días con Catherine por teléfono, en una de nuestras interminables charlas telefónicas me comentó que una pareja se había interesado por ella y lo cierto es que me alegré, me alegré de que saliese de ese infierno de una vez por todas.

Pasada una semana llamaron a mi teléfono un número desconocido, me pensé si contestar o no pero mi curiosidad ganó la batalla y lo descolgué.

— ¿Hola? ¿Quién es? — lo que menos me apetecía ahora era hablar con alguna compañía de seguros.

— Me cuesta creer que no reconozcas la voz de tu propia hermana — Pude notar un tono de reprimenda, tono que abandonó la voz de mi adorada hermana en el momento en el que rompió a reír.

La risa era contagiosa y me acabé riendo yo también.

— ¿De dónde estás llamando? — Pregunté desconcertado.

— Me gustaría anunciarle que Catherine Mitrholl ya tiene familia oficial — Intentaba mantener un tono neutro pero la ilusión se notó cuando dejó escapar un pequeño grito al final de la frase.

— ¿Enserio? Eso es... ¡Genial! — Exclamé yo también ilusionado, me di cuenta de que había gritado demasiado y bajé el tono — Entonces... ¿Te gusta tu nueva familia? — Se me hizo raro hablar de esas personas como su nueva familia.

— Si, me tratan genial y tienen un perro y ¿Sabes qué es lo mejor?

— ¿Qué? — Respondí al instante.

— ¡Mi familia está en el barrio de al lado! — Me la imaginé sonriendo de oreja a oreja al igual que estaba haciendo yo.

Todos los viernes quedábamos en un parque cerca de su casa para ponernos al corriente de nuestras vidas.

Lo Invisible LI#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora