|Capítulo III|

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El Anónimo Indeseable

Ruggero Pov.

Horas antes...

Conduje hasta mi casa después de dejar a Karol en la suya. En un instante se me formó en el rostro una gran sonrisa al recordar lo sucedido anteriormente. No podía creer el hecho de que Karol y yo nos besáramos con tanta pasión, y pensar que esa misma mañana me había rechazado rotundamente.

De un momento a otro, ya me encontraba en la entrada de mi "casa", por no decir mansión, y de inmediato entre a ella. Una emoción me invadía el cuerpo, esperaba a mi padre sentado en el sillón impaciente por que yo llegara.

Desde hace mucho tiempo, mi padre me prometió que en vacaciones nos iríamos los dos a un lugar, como padre e hijo, pero cada vez a última hora cancelaba por algún asunto de trabajo o una simple escusa. Sin embargo, creo que hoy puede que sea el día.

Abrí la puerta y me introduje rápidamente al interior de mi lujosa casa, no sin antes ordenarle al chofer que aparque mi auto. Al entrar me dirigí a la sala principal en donde seguramente debería estar, mas al llegar esa esperanza se desplomó en un segundo. Ahí de pie solo estaba Margarett; mi tutora, que más que eso, es una gran amiga.

-¡Margarett!...- la abracé y ella correspondió a mi acto-¿y mi padre?- cuestione pero ya sabía cuál sería la respuesta.

Margaret me miró apenada para después contestar.

-Rugge... me temo que tus planes con tu padre no podrán ser realizados en este momento,

-¿Cómo? ¿Por qué no?-cuestioné con una falsa sonrisa.

-Al parecer, uno de los negocios de tu padre en Gran Bretaña va rumbo a banca rota y por esa razón me pidió que te dijera que los planes contigo van a tener que ser suspendidos- bajo la mirada apenada; Ella sentía lastima por mí, ¿y cómo no? Yo también lo sentiría.

Negué con mi cabeza por un segundo, y caminé a mi habitación, no sin antes tomar mi chaqueta y mis llaves. Margaret trató de detenerme cogiéndome por el brazo pero aun así me zafé de su agarre.

-Necesito un momento... por favor- mí voz sonaba más ronca de lo normal.

-Lo lamento- dijo triste

-yo también- fue lo último que dije antes de salir de la estancia.

Intenté olvidarlo todo, pero era muy doloroso. Ya debería estar acostumbrado a la falta de mi padre y no extrañarme de su ausencia, pero desde que mi madre murió la única familia que tengo es él.

Sin embargo, creo que para él es más importante el dinero que su propio hijo.

Tomo el celular de mis jeans antes de que me enoje aún más y busco indiferente algún contacto y una idea se acumula en mi mente. Busco el contacto de uno de mis amigos; Lionel ferro y le Marco.

Llamada telefónica:

-¿Bueno?

-Hola, Bro... ¿cómo estás?

-Hola, hermano, muy bien.

-¿cómo va tu viaje por Berlín?

-Increíble, no te imaginas lo fantástica que es esta ciudad.

Lio y yo fuimos desde muy jóvenes los mejores amigos, ambos nos distanciamos un poco cuando Candelaria; mi exnovia, comenzó a salir con él.

En verdad no me importaba en lo absoluto, ya que lo mío con ella no funcionó, pero él se sentía un poco culpable. Después de un tiempo, nuestra amistad va poco a poco reconstruyéndose, y espero que sea así para que junto a Agustín, podamos hacer algo como una... pijamada.

Viviendo con el Enemigo ||Ruggarol||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora