|Capítulo XIII|

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Viendo al pasado

Karol Pov.

Pasó la noche lentamente y no pude dormir, ni siquiera un poco, gracias a los incesantes pensamientos que me invadían; cerraba los ojos para descansar cuando las pesadillas se colaban en mi subconsciente y hacían que me despierte de inmediato. Otras veces solo me quedaba pensado –como si no fuera lo suficiente ya- y no paraba hasta encontrar respuesta. En una ocasión hasta me caí de la cama, algo que no hacía desde los 11 años.

Creo que estoy empezando a enloquecer por culpa de Ruggero.

Me levanto de la cama toda hecha un desastre, me adentro en –me percaté antes- el baño correcto. Solo me ducho un poco, me visto con ropa holgada, acomodo mi cabello en un moño improvisado y me coloco unas vans viejas que me había regalado la abuela el año pasado.

Salí de la habitación con un poco de nerviosismo, caminé por el extenso pasillo y baje hacia el living de la mansión. Como no vi a nadie, decidí observar lo que había en esta.

En el fondo se encontraba una gran biblioteca repleta de libros perfectamente ordenados, mi cabeza se elevó hasta el techo y contemplé la lámpara dorada que pendía de este. Mi mirada siguió analizando cada detalle de ese lugar, hasta que un pequeño marco con una foto en ella llamó mucho mi atención.

La tomé con mucho cuidado entre mis manos para observarla mejor; había una mujer muy hermosa cargado y besando a un niño rubio-castaño que tenía una gran sonrisa en su rostro, se le veía muy feliz. Era muy tierno.

-...Es mi madre.

De la nada, una voz me sobresalta con sorpresa haciendo que yo me girara de golpe.

Ruggero me miró y luego bajó la mirada con mucha melancolía.

-La tomó cuando tenía 3 años, justo antes de morir...-confesó, su rostro imprimía dolor.

-L-lo siento –no sabía cómo asimilar todo esto, ni siquiera sabía cómo ver ahora a Ruggero; si con mi enfado de ayer o con mi pena.

-No tienes por qué –dijo para después acercarse a mí y prácticamente arrancarme la foto de las manos.

La cogió examinándola por unos segundos y luego la guardó en un cajón con llave. Cuando terminó, se giró en dirección a la salida y partió con una paulatina mirada dirigida hacia mí.

No me atreví a decir nada, solo salí de ese lugar como él lo había hecho también.

Ruggero se había comportado bastante raro, y se veía devastado, pero no solo era por la foto, también era por algo más, algo más profundo.

Me quedé intrigada, quería saber que era lo que había cambiado tanto. Ayer parecía querer tener algo conmigo, y sin duda hoy no era como yo me lo imaginaba. Estaba seco, un poco inexpresivo y misterioso. Quiero saber qué le pasa pero no pienso preguntar absolutamente nada directamente con él.

En toda la mañana no compartimos palabra alguna. La situación en si era algo incomoda, ambos nos evadíamos para ni siquiera tener que intercambiar miradas. Y cuando nos encontrábamos, la tensión entre nosotros se notaba a kilómetros.

Decidí salir de la mansión para no seguir topándome con él. Antes, subí a mi habitación y busqué la pequeña maleta que guardaba todos mis recuerdos de mi infancia. Bajé los escalones y salí en dirección a la parte trasera de la casa.

Ya ahí, me senté bajo un frondoso árbol para reposar, el césped que lo rodeaba era de un color verde vivo y el cielo parcialmente nublado le brindaba al ambiente una ligera brisa y sombra.

Viviendo con el Enemigo ||Ruggarol||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora