|Capítulo XII|

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No me rendiré

Ruggero Pov.

Salí del baño como si nada hubiera sucedido. Me vestí rápidamente y me dirigí a la terraza para darle su espacio a Karol.

Sé que después de esto ella estará muy incómoda, pero fue un riesgo que tuve que tomar.

No es que la haya usado, eso nunca. Yo mismo me castraría si ese pensamiento cruzara mi mente. Sólo entré en pánico, no sabía que hacer o que decirle, porque para nadie es un secreto que Karol es un poco... impredecible. También sé que fue muy cobarde de mi parte dejarla allí sola.

Seguro esto no me lo perdonará.

Caminaba de un lado a otro tratando de organizar mis pensamientos, cogí un vaso con vodka y lo bebí, después retomé nuevamente mi acción.

Creo que debería ir a disculparme principalmente por haberla dejado sola, y segundo: por haberle hecho... eso. Es que, Joder, no me pude controlar, una vez que la vi ahí tan indefensa y completamente desnuda para mí, mi cordura se nubló en un instante.

Le doy el último trago y me dirigí a la habitación de Karol.

Karol Pov.

Esto no podía estar pasando, no.

Había salido corriendo con una camiseta de Ruggero de su habitación, me adentré a la mía y me lancé de golpe al suelo con mis piernas recogidas.

Un nudo se iba formando en mi estómago y mis latidos seguían acelerados. Después de lo que paso hace un instante entre Ruggero y yo, no he podido encontrar escapatoria alguna a este infierno de muerte. Y lo peor de todo es que él solo se fue como si nada, ni siquiera me miró o me dijo algo, solo se fue.

Tal vez eso me diga lo que él quiso desde un principio conmigo; Solo me quería para el sexo, porque ni siquiera era tan importante para él como para dignarse a verme una vez que terminamos de hacerlo. Esto prueba que nunca sintió algo por mí. Y ¿Cómo iba a sentirlo?

Sin reprimir lo inevitable, dejé que las lágrimas bañaran mis mejillas y mi garganta liberaba sonoros sollozos que se quebraban.

No estaba arrepentida de lo que había pasado, al contrario, fue el mejor momento de mi vida, pero me sentía usada, decepcionada, furiosa y herida, y otra parte de mí se sentía extasiada.

Experimentar tantos sentimientos en uno no es algo común en mí, pero desde que conocí a Ruggero, él ha logrado eso y más.

Soy una completa tonta, jamás debí dejar que esto pasara. Me debí haber quedado en Buenos Aires y vivir bajo un puente...

Y no seguir así.

La puerta se abre sin aviso previo como siempre y Ruggero se adentra en la habitación algo... ¿nervioso?

¡Eureka! ¡Por fin está nervioso el señor "perfección"!

Toca la puerta avisando de su presencia pero no quería levantar la vista y que me viera llorar.

-¿Karol...?

-Vete de aquí –espeté usando meticulosamente una voz casi serena para que no notara mi reciente llanto.

-Karol, yo quier...

-Cállate –seguí con la mirada gacha.

Mi labio inferior comenzó a temblar advirtiendo que las lágrimas se avecinaban.

-Por favor, Karol. Hablemos de lo que pasó...

-Hablar de qué –levanté la mirada derrotada con lágrimas corriendo por mis mejillas.

Viviendo con el Enemigo ||Ruggarol||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora