|Capítulo XXX| Maratón 2/3

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XXX

Karol Pov.

-¿Qué esperas? ¡Cuéntame lo que pasó! –Cuestionó Carolina del otro lado de la línea.

-Cálmate un poco, Caro... –Reí por la desesperación de mi amiga –Bueno, fue muy hermoso; fuimos a cenar, después a la feria de las Tullerías, caminamos por el parque –Empecé –, y estando allí, Ruggero me regaló este collar –Se lo mostré; este estaba en reposo colgado de mi cuello –. La otra mitad la tiene Ruggero, completo dice: 'Eternos como la luna'

-¡Que hermoso!

-Y además me pidió ser su novia –Agregué con una sonrisa de boba en mis labios.

-¿Y qué le dijiste? –Yo elevé mis cejas al aire y miré como pensativa – Karol Sevilla y futura señora Pasquarelli, dime de una maldita vez lo que le dijiste.

-Que sí –Reí –, Carolina Kopelioff y futura señora Bernasconi –Contraataqué.

-Ay, amiga, no sabes lo feliz que estoy por los dos. En verdad que ambos se ven muy bien juntos, los felicito.

-Gracias amiga, muy pronto nos veremos y hablaremos más a fondo. Te extraño.

-Yo igual, Karol, ya nos veremos. Adiós, amiga.

-Adiós, te quiero –Colgué.

Me desprendí de mi vestido y me preparé para irme a la cama, tomé mi pijama y me lo coloqué. Era algo holgado pero me gustaba, quería estar cómoda.

Me cubrí con las frazadas de la cama y el calor me invadió en minutos. Tanteé en mi sitio, buscando la posición adecuada para dormir, y cuando la encontré, mi cuerpo se alivió, no obstante me sentía con mucha energía, no podía cerrar mis ojos. Esperé que el sueño me invadiera, mirando hacia el cielorraso, más nunca llegó.

Pocos minutos después la puerta de mi habitación se abre, iluminado con una tenue claridad sobre la oscuridad que gobernaba en toda la pieza.

Ahí en el umbral se encontraba Ruggero de pie, nada más veía su silueta, pues ya que la luz golpeaba de frente a mis ojos y me dificultaba poder mirarle.

Se acercó, cerrando la puerta antes, y se adentró en mi cama junto a mí. Tomó una almohada y la colocó por detrás de su cabeza, giró sobre su peso y me encaró.

Aun en la oscuridad, sus ojos brillaban sobre ella.

-¿No puedes dormir tampoco? –Cuestionó ronco, más ronco de lo normal, tal vez por el desgaste corporal que todos tenemos en la noche.

-No, no puedo, y por lo visto, tu tampoco.

-Así es –Se quedó mirando al cielorraso, al igual que yo lo hacía, mientras los segundos pasaban.

Llevé mi mano hasta su abdomen, sólo para comprobar lo que ya sospechaba.

­-¿Estas en ropa interior? –Cuestioné.

-Sí, no me gusta dormir con ropa puesta –Pude sentir que se encogía de hombros –Y tú deberías hacer lo mismo.

-¿Trae algún beneficio estar desnudo?

-Sí, un beneficio para mis ojos –Me reí –Oye, ¿mejor porque no hacemos algo?

-¿Cómo qué? Tener sexo –Cuestioné divertida. Él no dijo nada, y tomé eso como un sí.

Sin darme tiempo a replicar, se subió sobre mí y me comenzó a besar, el beso era lento hasta que subió de nivel, uno de esos que te engullen hasta dejarte jadeante. Abandonó mis labios y se dirigió a mi cuello, dejando un húmedo sendero de besos que se depositaron en mi clavícula.

Viviendo con el Enemigo ||Ruggarol||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora