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Lágrimas

Karol Pov.

Miraba las personas que recorrían de un lado a otro en el monótono hospital. Todo aquí profería una característica sensación de frustración e impotencia, como cada hospital. Nadie quiere caer en una de estas incomodas camas, ni siquiera pisar estos moribundos pisos. Pero justo estábamos en este lugar.

Ruggero había ido a la cafetería del establecimiento a buscar un té para calmar sus nervios. Poco tiempo después, lo vi aparecer por el amplio umbral de la sala de espera. Se sentó en su puesto, el cual varios minutos atrás ocupaba su cuerpo, y se frotó el rostro con sus manos en un intento de recuperar la compostura.

No quería verlo de esa forma, nadie quiere estar de esa forma. Pero entiendo su inquietud; Por lo que sé, Francisco es el último familiar más allegado a él, y además es su padre. Aunque se empeñe en demostrar lo contrario, en el fondo le duele todo lo que está pasando. Él se preocupa por su papá.

-¿Estás bien? –Cuestioné, ocupando el puesto disponible que estaba a su lado.

Él suspiró hondamente y me miró.

-¿Por qué no lo estaría? –Se encogió de hombros sonriendo, un poco distante.

-¿Tal vez porque tu padre estuvo a punto de perder la conciencia? –Repliqué.

Él dirigió sus ojos a sus manos, tragó saliva sonoramente y suspiró.

-Se lo merece –Soltó, pero no lo decía con seguridad. Sabía que él no pensaba eso.

-Ruggero –Tomé su mano –, ni él ni tú tienen la culpa de lo que pasó. No seas tan duro con él.

-Es que... –Bufó –No puedo creer que te haya dicho tal cosa.

-Sé lo que me dijo, pero no estoy molesta –Mentí –, bueno tal vez un poco.

-Karol, él no entiende que por ti estoy completo –Repuso –, eres mi felicidad –Besó mi frente.

-Y tú la mía –Sonreí –, pero no me gusta que estés de esa forma –Indiqué –, quiero que sonrías –Demandé.

Él me miró extrañado y después bajó la mirada sonriendo pero también sonrojado.

-Eso, así me gusta –Reí.

Él osciló un momento, buscando las palabras correctas o debatiéndose en decirme o no. Finalmente, decidió hacerlo...

-¿Qué hacían Michael y tú en la cocina? –Cuestionó frunciendo el ceño.

-Pues... -Suspiré –arreglamos las cosas, y ahora somos amigos de nuevo –Comenté.

-Ah, claro –Bajó la cabeza asintiendo inconforme.

-Amor ¿Sucede algo? –Su postura me hizo estremecer.

-No es nada –Negó.

Yo le dirigí una mirada incisiva y él suspiró pues ya sabía que no pararía hasta que me lo dijera.

-Es sólo que... -Comenzó –Tengo miedo.

-¿Miedo? ¿A qué? –Cuestioné extrañada.

-Ahora que Mike y tú son amigos otra vez, tal vez quieras estar con él más que conmigo –Bufó.

-¿Estas celoso? –Sonreí.

-No –Siseó.

-Estás celoso –Proclamé.

-Un poco –Sonrió.

-Ninguna persona podrá ocupar tu lugar, amor –Él me sonrió complacido, y me sentí aliviada.

Viviendo con el Enemigo ||Ruggarol||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora