|Capítulo XV|

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Un Mal Entendido

Ruggero Pov.

El ligero repiqueteo de mis dedos era el único sonido que inundaba el lugar. La tenue luz brindaba un poco de sombra, algo que agradecí para mis adentros. Tenía la mirada perdida y una copa de vino blanco sorbido por mis labios para distraerme.

No quería recordar, no podía recordar. Mi pasado es solo eso: mi pasado. ¿Por qué mi mente se empeña en refrescar mi memoria? ¿Ya no es suficiente tortura la que tengo con mi padre?

No podía con la agonía, me sentía por una parte culpable. Todos me dicen que no fue mi culpa, y sobre todo Madeleine, pero es inevitable considerarlo.

Tomé la foto de mi madre junto con el periódico de esa fecha. Volví a leerlo, no podía dejar de hacerlo:

   Una mujer falleció este domingo en un accidente automovilístico. Milagrosamente, su hijo de 3 años de edad resultó ileso y está siendo atendido en el hospital de Saint Polo in Chianti. La mujer fue identificada como Patrizia Pasq...

Aventé el periódico con brutalidad. Leer y leer no hará que mi madre regrese. Por un tiempo creí que si lo deseaba con todo mi corazón tal vez se cumpliría, pero ahora que crecí, entiendo que hay deseos que son imposibles de cumplirse, o seguramente lo son en su totalidad.

Me cubrí el rostro con mis manos en un acto de frustración, mi respiración comenzaba a tener dificultad y sabía que significaba.

Y sin nada que hacer para evitarlo, comencé a llorar sin consuelo alguno.

No recuerdo cuanto tiempo estuve así ya que en lo único que pensaba era en reprimir mis recuerdos pero cuando lo hacía –mejor dicho- lo intentaba, mi llanto era mayor.

Sentí la presencia de una persona en el comedor y de inmediato pensé que sería Madeleine, lista para correr en mi auxilio y decirme que siempre es bueno llorar para desahogarse, y yo le repetiría varias veces que solo se me metió una basurita en el ojo, Pero no era ella.

Levanté la mirada para observar a la persona que estaba ahí parada y cuando lo hago, me di con la imagen de una Karol completamente apenada e incómoda. Inmediatamente reaccioné y me sequé hábilmente las lágrimas con el borde de mi suéter, me levanté de mi puesto y carraspeé para normalizar mi voz.

-Karol... -dije aliviado.

-Yo... yo... M-Madeleine me dijo que me esperabas acá –sonaba algo incomoda por la resiente situación.

-Ya debiste conocer a Madeleine.

-Sí, es una mujer increíble. –respondió a mi intento de dispersión pero aún se veía intrigada.

-Hmm... -intenté reorganizar mi mente – si... te buscaba para... para decirte que tus padres te llamaron en la mañana –mentí.

Sus padres no la habían llamado, sólo había inventado una excusa para verla. Quería que estuviera conmigo; qué me sonriera. Ella era perfecta. Sus ojos eran como pozos profundos que emanaban un brillo especial; Me hacía olvidar mi dolor, y me embriagaban de dicha, como si alguien como ella pudiera sentir algo por mí más allá de mi dinero o mi popularidad.

-Oh, bien –se giró en sus talones para irse pero se detuvo en la mitad y volvió su mirada a mí.- ¿Estas bien?

-Si, como nunca –ella me miró preocupada.

-No estás bien.

Yo bajé la mirada, no podía mentir a estas alturas, ya ella me habia visto.

-¿Quieres contarme? –dijo ella.

Viviendo con el Enemigo ||Ruggarol||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora