|Capítulo XXV|

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Una Ventana en el Laberinto

Karol Pov.

Un calor repentino invadió la habitación con mucho fervor, era como si la muralla que nos dividía se había desmoronado ante nosotros. La luz de la tarde perdía fuerza gradualmente. Pronto anochecería, pero ninguno se movía de su sitio.

Me desesperaba que no dijera una palabra. Solo estaba ahí, contemplándome, sin decir nada. Y eso me preocupaba. ¿Habré dicho algo malo?

Intenté apaciguar un poco el ligero silencio incómodo que amenazaba con romper el placentero momento y en su lugar levantar un hilo de tensión, embozando una pequeña sonrisa, que después se apagó al no recibir la misma respuesta de su parte.

-¿Estás bien? –cuestioné. Introdujo sus manos en los bolsillos de sus jeans en un acto nervioso. Removió su cabeza, como obligándose a despertar de un breve trance interno.

-Lo siento, creo que escuché mal –dijo con la mirada perdida en sus pies. Supongo que se sentía como cuando escuchas algo que anhelas pero temes que lo que escuchaste no sea real.

-No lo hiciste. Yo te amo –Repuse con seguridad en mi palabra.

Me sentía abrumada. En realidad me costó mucho haber dicho esas tres palabras, que estaban atoradas en mi garganta desde hace mucho tiempo.

Él me miró con asombro. Sé que no se esperaba que le hubiera dicho lo que sentía, o juraba que simplemente negaría nuevamente que lo amaba.

-Esto debe ser una broma –Soltó una risa amarga mientras negaba para sí mismo, produciéndome un escalofrío.

-Ruggero, yo he intentado demostrarte lo que realmente siento.

-¿Lo que sientes? ¿O lo que te obligas a decir? –Espetó sin ánimo.

Intenté controlar mi pulso junto a mi respiración acelerada. Tenerlo tan cerca de mí me ponía muy nerviosa, y más con sus ojos clavando en los míos con tanta intensidad.

-¿Qué...? Yo no estoy obligándome a decir nada –Expliqué.

-¿Ah no? Entonces ¿Por qué vienes con esto? –Se removió inquieto.

-Ruggero, no entiendes...

-¿Entender qué? –se volvió hacia mí con brusquedad –...que me dices que no me amas y tus actos me demuestran lo contrario. No sé si eso tenga algo de lógica –soltó –porque estoy seguro de que no la tiene... -Relamió sus labios fugazmente –¡Me estas enloqueciendo, joder! –Su voz sonaba fuera de estar calmado.

-Te estoy diciendo algo que se supone que te agrade y ¿tú lo único que haces es rechazarme? –Dije en un hilo de voz quebrado.

-Tú me rechazaste también –Espetó –. No voy a dejar que me veas la cara de tonto, Karol... –dijo –ya no más.

-Ruggero, no quiero lastimarte. Yo...

-Pero lo hiciste –me interrumpió.

-¡Lo sé! ¿Si? –Suspiré –y lo siento.

-No, no lo sabes, no sabes todo el tiempo que pasé detrás de ti sin éxito. No sabes el tiempo que aguanté tantos insultos y comentarios degradantes ¿sabes? –Soltó frustrado –. Luego, resulta que de la noche a la mañana me amas, cuando el día de ayer me odiabas rotundamente ¡Joder!... ¿Crees que es fácil creerte después de todo lo que pasó? Tú no me amas, Karol. Solo estás agradecida. Es todo.

-¿Tú crees que es fácil sentir cosas por ti, Ruggero? No tienes idea que difícil fue decirte esto, porque si fuera por mí, jamás lo hubieras sabido –Me defendí, finalmente la ira comenzaba a caldear en mi interior.

Viviendo con el Enemigo ||Ruggarol||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora