|Comienzo|

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El comienzo

Karol Pov.

Íbamos Carolina; mi mejor amiga  y yo, caminado y conversando mientras nos dirigíamos al Black Mount High School, en donde ambas estudiábamos. Ayer había llovido todo el día y hoy parecía querer continuar así pues las nubes grises ni se iban a otro lugar ni descargaban su contenido. Sin embargo, era un buen día.

Por supuesto, el frío mataba, pero aun así me sentía feliz, ¿Por qué? Porque hoy era el último día de clase. Esta emoción no me la va a quitar nadie, menos unas pobres nubes.

Pocos minutos después, divisamos a dos chicos que nos seguían a nuestras espaldas, y para nuestra desgracia, sabíamos perfectamente quienes eran. De pronto, esa emoción que sentía se desvaneció poco a poco como hielo al sol. De verdad eran ellos: Ruggero Pasquarelli y Agustín Bernasconi; los más populares y guapos de la secundaria... ¿¡Que digo!? Debería decir los más egocéntricos, pervertidos, putos, groseros, sádicos, sucios, mujeriegos, sarcásticos, rompecorazones...

-Karol, Carolina, Espérennos- era la inconfundible voz de Agustín que me interrumpía a mitad de mi imaginaria lista de lo que eran estos dos idiotas.

-¿Sería posible que ambas podamos llegar a la secundaria sin un par de acosadores siguiéndonos?- espeté girando sobre mis talones con una cara neutra pero fastidiada.

Todos los días era lo mismo. Ni siquiera esperaban que lleguemos bien cuando ya nos acosaban o simplemente se nos acercaban a intentar seducirnos. Obviamente nosotras los ignorábamos o les pedíamos que nos dejen en paz, pero como todo chico mujeriego, no se rinden hasta que no tengan a una chica debajo de ellos gimiendo su nombre mientras la embisten.

-¡Hey, relájate un poco! Nosotros solo queremos acompañarlas. Es todo -Se excusó el señor 'Ego' con su perfecta sonrisa "inocente" y su característico acento italiano.

Llevaba el típico uniforme pulcramente enfundado en su lánguido cuerpo; una camisa blanca debajo de un jersey azul marino y un pantalón oscuro. Su mochila colgaba despreocupadamente de uno de sus hombros. Me miró contemplarle y me sonrió. aparté la mirada encogida.

-A ver... ¿ustedes no entienden que su presencia nos produce nauseas? -Aclaré tomando a Carolina del brazo y halándola hacia mí para retomar nuestro camino.

Caminamos con pasos apresurados hacia la entrada. Ellos trotaron un poco para alcanzar la entrada antes que nosotras, y se colocaron en ella para obstaculizarnos el paso. Intente empujarlos pero no pude, eran muy fuertes y más altos que nosotras.

-Chicos, por favor, déjennos entrar -suplicó Carolina en una forma un poco vulnerable.

Ya le he reprochado a Carolina el hecho de que su postura frente a ellos es muy suave. Si quiere que la dejen de molestar estos patanes, tiene que mostrar su lado duro contra ellos.

-Si quieren pasar tienen que darnos un beso -Canturió Ruggero pícaramente.

Dirigí la mirada hacia carolina para ver en su expresión obviamente el disgusto. Sin embargo, lo que pude apreciar era a mi mejor amiga totalmente perdida y abobada en los ojos de Agustín.

¿Qué le sucede? ¿Acaso piensa darle lo que ellos quieren? ¿Quién en el universo podría besar a Ruggero y Agustín? Me cuestioné a mí misma he inconscientemente mí mente maquino la respuesta: todo el mundo... ¿Qué cosas digo? ellos son las personas más detestables en el mundo. Bueno, no voy a negar que son muy apuestos e irresistibles. Ay... Ruggero, como quisie... NO, no vamos a caer en sus juegos.

-¿Acaso se les zafó un tornillo o qué?- Me burlé

-Sí, chicos, nos vamos a meter todos en serios problemas si no llegamos a tiempo a clase -Advirtió Carolina.

-Lo lamento pero si no lo hacen me temo que no las dejaremos pasar -Repuso Agustín.

-Bueno, está bien -Mentí -...pero solo uno pequeño, eh.

Ruggero se impresionó por mi determinación mientras seguidamente se dibujaba una sonrisa en sus finos labios rosados y los colocó como un pato.

-Espera un momento –Carolina me haló del brazo a un lugar un poco alejado de los chicos para que no escucharan.

-¿Estas segura de esto? –Cuestionó carolina anonadada.

-Ugh.. obviamente no, Caro. Solo los engañaremos y cuando estén desprevenidos entramos ¿vale?

-Ok, pero ¿por qué no le damos lo que quieren? Digo, solo es un tontito beso ¿no?

-¿Disculpa? Yo ni que me paguen un millón de dólares le doy un beso a ese pervertido ¿no me digas que tú a Agustín sí?

-¡No!... eh yo... solo digo que... eh, ellos nos dejarían en paz si les damos un beso –titubeaba en cada palabra buscando que decirme mientras yo le dedicaba una mirada incisiva.

-Pues no, Caro. No les daremos el gusto ni de eso.

Caminamos de vuelta a donde estaban ellos y como siempre se mostraron pícaros y sarcásticos. Me puse de puntillas de pie para poder supuestamente acercarme a sus labios ya que él era más alto que yo, Carolina intento hacer lo mismo, pero creo que ella si estaba decidida a darle un beso a Agustín. Miré directamente al rostro de Ruggero quien se encontraba con sus ojos cerrados y bajé la mirada hacia sus labios. Ruggero rodeó sus brazos alrededor de mi pequeña cintura sujetándome y apegándome más a su pecho. En ese instante un escalofrío recorrió mi espina dorsal al sentir su tacto.

Sin tener idea por qué, algo en mí no me dejaba moverme de donde estaba. Es como si un imán invisible me mantuviera pegada al cuerpo de Ruggero. Solo estaba ahí, junto a él, sin nadie más, solo él y yo. Sus ojos se abrieron de nuevo, mostrando unos brillantes ojos cafés que miraban los míos de una forma tan potente y letal que podía sentir que los devoraba.

Me sentía tan vulnerable en sus brazos pero segura, era algo Inexplicable ¿Qué me sucede? ¿Por qué tengo las manos tan sudorosas? ¿Me estaré enfermando?...

Ruggero notó la contemplación que tenía durante un prolongado tiempo y Creo que pudo descifrar mis pensamientos con sus ojos, pues su mirada cambio a una insinuante nuevamente. Él sabía lo que producía en mi interior.

De pronto, esa seguridad que sentía se desvaneció de la misma forma que apareció dejando en su lugar al temor.

Antes de lograr unir nuestros labios me zafé de sus brazos y halé a Carolina al interior del gran edificio ante nosotras, Mientras corríamos desenfrenadamente hacia nuestro salón. Cuando ya nos habíamos alejado lo suficiente, giré mi mirada en dirección al lugar en donde habíamos dejado a los chicos. Definitivamente esperaba verlos con una cara divertida y lujuriosa, mas sin embargo, el rostro de Ruggero era de melancolía y decepción, como un cachorro perdido bajo la lluvia. Parecía verdaderamente haberle afectado, o simplemente intentaba darme lastima.

¿Por qué a él le afectaría? ¿Acaso siente cosas por mí? Eso es imposible. Lo nuestro es imposible. Él solo quiere usarme, nunca sentiría algo verdadero por mí. Decenas de preguntas sin respuesta se acumulaban en mi mente, y la conciencia me traicionaba. Pero solo una cosa sabía.

Algo en mí se había quebrado...

Viviendo con el Enemigo ||Ruggarol||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora