Prólogo.

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Cuando las cosas malas pasan, no puedes creerlo.

Había estado escuchando música un día por la tarde, estaba pacíficamente, sin problemas, ni complicaciones, hasta que me peleé con mi madre.

Tuvimos una discusión realmente fuerte, era mi vida, yo sabía que hacer con ella.

Ella no lo entendía, no me entendía, a cada rato nos peleábamos, no teníamos una relación estable.

—Entonces lárgate —escupió con rabia aquella tarde.

Lo hice.

Salí de la casa, estaba oscureciendo, no me importó nada en ese instante.

Todo cambió cuando un señor me preguntó que me pasaba, le dije que todo estaba bien, que no había problema alguno...

Pero el estaba loco, lo entendí cuando me sostuvo por la boca y manos, me estaba secuestrando.

Grite por ayuda, nadie me escuchaba, parecía que el planeta se había quedado sin habitantes, mi grito se repetía constantemente en mi cabeza.

Pero a la vez pensaba en mi madre y en lo tanto que me arrepentía haber salido de la casa enojada.

Pasé días encerrada, cada noche venía a abusar de mi, le gustaba golpearme, y jugar conmigo. Cuando venía enojado no le importaba nada, ni mis gritos de piedad al decir que parará, el simplemente lo hacía más fuerte.

Al principio luchaba por liberarme, después simplemente me rendí. No podía detenerlo.

Perdí la cuenta de todas las veces que me violó después de veintidós veces, también había perdido la cuenta de cuánto había estado aquí.

Un día lo hice enojar...

Y lo qué pasó después fue confuso. La oscuridad se apoderó de mí en un instante.

Y ya nada volvió a ser igual.

En el comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora