15.

1.2K 144 7
                                    

Admiré a Nathan una vez más.

Se habían ganado la confianza de los doctores y enfermeras en tan poco tiempo, de ambos turnos. Tenía esa perfecta carisma que atraían a las personas.

Gracias a eso, pudo quedarse a dormir en el hospital, era la primera vez que estaba aquí de noche junto a mi.

Era la primera vez que lo veía dormir.

Tenía ganas de apretar sus mejillas, pero a parte de que no puedo tocarlo, se veía tan cómodo en el sofá.

Se habían encargado de poner más color en la habitación, más flores, unas fotos que trajo de nosotros cuando éramos pequeños, entre otras cosas.

Sonreí como una niña pequeña recordando aquellos tiempos. Éramos inseparables, en todo momento estábamos juntos, si me caía, el se encargaba de curar mi herida. Inclusive se hecho la culpa de múltiples travesuras que hicimos los dos juntos.

¿Cómo pude ser tan ciega?

Suspiré captando por fin todas las señales anteriores, justo en ese instante giré hacia la puerta por inercia.

No buscaba a nadie, ni a algo. Pero cuando volteé, lo vi a él.

Con esa... repugnante sonrisa.

Retrocedí lentamente yendo a mi cuerpo. Aquel hombre entró a mi habitación con una sonrisa en su rostro.

—Te libraste muy bien de mi, hermosa —dijo con esa escalofriante voz que tenía—. Deja ya de hacerte la dormida, ¿no quieres seguir jugando conmigo?

Negué con la cabeza. ¿Por qué estaba aquí? Le convenía que no despertara.

—¿Amigo tuyo?

Regresé a la realidad viendo cómo se acercaba sigilosamente a Nathan.

—No —murmuré acercándome a ellos.

Vi como sacaba un cuchillo de su manga.

—No. No. Aníbal no —supliqué lloriqueando.

—Lástima. Tan joven...

—¡Haré lo que me pidas! —grité desesperadamente.

Alzó en alto el cuchillo y lo dejo caer sin piedad o compasión alguna al pecho de Nathan. La sangre corría desde su pecho, escurriéndose por su brazo yendo directamente al suelo.

Me quedé en shock. No sabía si gritar, o llorar, o...

Empecé a caminar sin rumbo alguno hacia una extraña luz. Se veía mucho más cálida y en paz que mi vida en estos precisos momentos. Quería llegar para dejar esta horrible oscuridad.

—¿Qué tiene?

—Otro ataque cardiorrespiratorio.

Abrí los ojos encontrándome en otro lugar. Era nuevamente mi habitación de hospital.

—¿Estará bien, Esther?

Sentí un gran alivio al ver a Nathan a un lado de la enfermera.

Giré hacia la ventana. Aún era de noche. Volteé a la puerta, percatándome de que no había nadie.

—Siento molestarte, pero escuché el sonido de las máquinas indicar eso y...

—Está bien Nathan, me llamaste justo a tiempo.

Yo había visto a Nathan morir, era su sangre la que escurría desde su pecho.

—¿Qué pasa Esther? —preguntó el doctor del turno de la noche a la enfermera.

—Otro ataque, pero ya todo estable. —Le indicó segura.

—Hace rato que entré sus pulsaciones estaban estables —dijo extrañado.

—¿Usted me cobijo, doctor? —preguntó Nathan asombrado.

—Te haces el fuerte, pero sé que te da frío.

Entonces... ¿había confundido al doctor con mi secuestrador? Lo había cobijado, no enterrado un cuchillo...

Llevé mis manos a la cabeza anonadada.

¿Estaba alucinando?

En el comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora