13.

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La gente podía ser tan inocente a veces.

Tan frágil, como un pedazo de papel.

Mis papas no entendían perfectamente lo que me había pasado, o no hasta que entraron a esa maldita habitación que tuve como prisión, por fin, entendieron mi desesperación y miedo. Vi como sus ojos se agrandaban y se llenaban de lágrimas al ver el lugar detalladamente. Había sangre seca en las paredes, era mía.

«Tu sangre adorna muy bien mis paredes.»

Había dicho aquel hombre, una de las tantas noches en las que había llegado molesto, y claro, se había desquitado conmigo.

Comprendí también que Nathan había dejado de venir gracias a esto, a su investigación por encontrar a mi secuestrador.

Pero Nathan no entendía una cosa, no sabía cómo era realmente él.

Se está metiendo, en el abismo en el que estuve. En donde no paraba de preguntarme que seguía, o porque estaba realmente en donde estaba.

Y no lo negaré.

Sentí en varias ocasiones, que Dios me había abandonado, ¿por qué le haría mal a personas buenas?

Sonreí en varias ocasiones después de pensar en eso, y me pregunté a mi misma: ¿realmente era buena?

Vi a Nathan y familia sentados en el sofá de mi habitación pensando en que seguía, en el siguiente movimiento y jugada, cada uno de esos pares de ojos se veían agotados y gastados, rojos y sin vida.

Me sentí mal, me derrumbé por completo nuevamente.

Aún estando en esa camilla, seguía arruinando la vida de las personas.

En el comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora