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Bruno.

—Creí que me dirías algo —le confesé a Dann.

—Sabía que harían esto, gracias a ustedes la policía ha estado colaborando y en un instante se pusieron de acuerdo para impartir más vigilancia por las calles por la noche. Es un logro.

—¿No... hay más que podamos hacer?

Nathan estaba sentado en la silla de a un lado, estaba decaído y cansado.

—¿Por qué no te vas a dormir un rato muchacho? —le sugirió Dann.

—Tengo que aprovechar el día, mañana...

Se quedó callado y me giró a ver.

Por supuesto que mañana desconectaría a mi propia hija. A la única que me quedaba. Estaba preparado para el dolor, después de eso no tendría nada.

Incluso Nathan se iría.

Ya no habrá luchas que pelear, quedará el receso largo en el que Aníbal sea encerrado.

Aníbal...

Me hervía la sangre aún al escucharlo en mi propia mente.

—Ese imbécil debe estar asustado —dictó Dann agarrando un cigarro—. Cundo él teóricamente noqueó a su hija la dejó en una carretera creyendo que estaba muerta —prendió el cigarro—. Entró en pánico.

—Por suerte no verificó nada ni le dio tiempo porque justo pasaba una ambulancia y se llevó a Alissa —continuó Nathan y se levantó.

—¿A dónde vas? —pregunté.

—Iré a comprarle flores, fue mucho por hoy y...

—Ve chico, descansa.

Nathan asintió ante lo dicho por Dann y se fue de ahí en un momento.

Suspiré. Él merecía descansar, ha hecho tanto que ya perdí la cuenta de lo que le debo.

—Es un buen hombre Bruno —dijo Dann recargándose en su asiento, tras exhalar humo del cigarro—. Había visto poca gente fuerte y persistente.

Reí.

—Bueno, es lo que un padre hace.

El celular de ambos sonó al mismo tiempo. Tragué saliva y ambos contestamos casi a la par.

—¿Si? —preguntamos.

Dejé caer mi celular y seguido de Dann, salimos corriendo de su despacho.

—N-Nathan se llevó el carro —musité.

—Yo te llevo —recalcó.

Nos subimos a su carro y arrancó, encendió una pequeña sirena para que todos se hicieran a un lado.

Me sentía ansioso, enojado, triste... era un remolino de emociones tanto que, al llegar, no espere a que frenara del todo, sino que abrí la puerta y me bajé corriendo.

—¡Bruno espera! —escuché como gritó Dann.

No podía perderlo...

No podía hacerlo...

Un bombero parpadeó al verme pasar. Un oficial me detuvo cuando me vio corriendo.

Alcé mi mirada.

Frente a mi, la casa en la que había vivido con mi familia, todos los buenos y malos recuerdos se estaba quemando, poco a poco.

Los cumpleaños, las navidades, años nuevos... todo lo que había formado estaba dentro consumiéndose en cenizas.

Dann llegó a mi lado respirando agitadamente.

—Bruno...

Grité y me zafé del agarre del oficial que me tenía sujeto y corrí hasta el interior.

—¡No Bruno! —volvió a gritar Dann.

Varios bomberos quisieron detenerme pero logré escabullirme hasta el interior.

Comencé a toser tras inhalar humo. Me cubrí la boca y seguí caminando hasta mi objetivo. Hasta lo único que me importaba.

Al llegar a la sala alcé la caja que tanto guardaba y veía todas las noches. Me di vuelta para salir pero el fuego había tapado la salida.

Tosí y comencé a ver borroso.

—¡Señor Lewin!

Esa voz era de Nathan.

—¡Salga de ahí!

Tosí y volví a toser.

—Por favor, ¡¿no quiere ver a Alissa todo lo que pueda?! ¡Vamos, salga de ahí!

Tomé todo el valor del mundo y logré encontrar una salida por la puerta trasera. Corrí hasta el patio de enfrente y me caí al llegar con los bomberos.

Nathan corrió hacia a mi y se tiró al suelo para inspeccionarme.

—¡¿En qué estabas pensando?! —gritó Dann acercándose a mi—. ¡Pudiste morir!

Tosí y me senté en el suelo apretando la caja.

—¡Y todo por una caja! ¿Qué tienes ahí? ¿Dinero? —cuestionó.

Nathan tragó saliva.

—Algo mucho más valioso —musité y la abrí.

Ambos se quedaron sin respiración. Dann suspiró y giró a otro lado mientras que Nathan se esforzaba por no llorar.

Tomé lo que estaba en el interior y la giré.

—Eres un buen hombre Bruno, te lo vuelvo a repetir —dijo Dann, con voz más calmada.

Atesoré una vez más, como todas las noches, la foto familiar, la última foto de navidad que habíamos pasado juntos. En ella me encontraba abrazando a Lara y Alissa, con ambos brazos y Mayra atrás de nosotros abrazándome por el cuello.

Tal vez éramos una familia loca y disfuncional, pero era nuestra familia la que me hacía sentir yo.

Sin esta foto... yo no hubiese podido dormir. Es lo que me ayudaba a no soñar en todo lo que había pasado, en todo lo malo.

Porque aunque ninguna de las tres esté conmigo, la foto me hacía recordarlas y sentirlas cerca de mi.

—Siento lo de tu casa Bruno —agregó Dann.

—Es lo de menos —dije mirando la foto, misma que le había caído una lágrima de mi—. Es lo de menos...

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A nada de culminar chicos, gracias por su apoyo🙏🏻❤️

En el comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora