5.

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A veces solo quería decirle adiós a todo, irme sin ataduras de este mundo, sin resentimientos...

Pero no podía, mi familia me detenía, y mi secuestrador también.

Principalmente era él, quería verlo en la cárcel, encerrado sin ninguna escapatoria, aterrado de la oscuridad y con miedo de ser torturado por otros prisioneros que quisieran matarlo.

Así como yo lo estuve, sola en una habitación en la que no entraba ningún rayo de luz, y cuando sucedía, era la luz del pasillo, esa luz que indicaba que el había abierto ya la puerta dispuesto a torturarme.

Mi mamá había hablado ya con los oficiales, ellos solo negaban, no lo encontraban, y hasta que no despertara yo, no darían con alguna pista de el.

Tenía miedo de hacerlo, despertar, enfrentarme a mi realidad y saber que ya nada será lo mismo.

Recordé la habitación en la que había sido privada de mis derechos y torturada sin piedad.

Observé esta vez la habitación de hospital en la que me encontraba, estaba oscura, igual que la de mi secuestrador, la única diferencia es que esta si tenía ventanas, podía ver la luz de la luna iluminar por lo menos una parte del cuarto.

No quería ver la luz del día, de la luna o la artificial.

Era otra luz, la que quería ver esta vez.

En el comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora