36.

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Nathan.

Toqué la puerta de la casa de la familia Lewin, estaba impecable a pesar de todo lo sucedido, Bruno me había invitado a acomodar sus cosas ya que, desde que se fue la señora Lewin, él se había podido instalar aquí y dejar su departamento aparte.

—Llegas tarde —dijo al abrirme la puerta.

Alcé mi café en alto indicándole que así me mantenía despierto.

—Fui a dar un paseo —contesté tomando de mi café—. Me encontré con el detective Dann por cierto.

—Debe estar enojado —dijo cerrando la puerta detrás de él.

Negué con la cabeza dejando mi café en una mesita. Desde lo de Lara no había estado en este casa y, después de todo lo que había pasando se sentía como un hogar todavía.

—Podrías quedarte aquí para que dejes de pagar el departamento —se dejó caer en el sofá y lo imité—. Así te ahorrarías dinero.

—¿Cómo cree? Si la señora Lewin decide...

—No regresará —me interrumpió dejándome confundido—. No lo hará.

Asentí comprendiendo y lo observé detenidamente. Tal vez no lo decía tanto por mi, sino por el, porque estaba completamente solo y, a pesar de que yo sabía que me iría pronto por lo menos podría hacerle compañía por un rato.

—Está bien, me quedo —respondí después de unos segundos de silencio y el alzó la cabeza—. ¿Dónde piensa dejarme?

—En el de invitados, por supuesto —dijo alegre—. Podríamos hacer esto más cómodo para nosotros. ¿Cuánto tiempo te quedarás a partir de dos días próximos?

Me quedé analizando y alcé los hombros. La verdad es que pensaba quedarme, pero nunca había pensado cuanto tiempo, quizá el suficiente para haber analizado todo.

—Ya me lo pensaré luego —dije al mismo tiempo en el que daba un aplauso—. ¿Qué haremos?

Bruno fue a una puerta debajo de las escalera para sacar algo. Al verlo solo pude pensar en lo cansado que iba a estar por esto.

En su mano derecha sostenía una brocha, y la otra trataba de sacar el bote de pintura. Me acerqué para ayudarlo.

—Entiendo que la señora Lewin le haya dado la casa pero... ¿no se enojará si empieza a cambiar cosas? —pregunté honestamente.

—Creo que hasta ella estaría agradecida de un cambio.

Lo ayudé a subir el bote a la planta alta, él abrió la puerta de su cuarto y parpadeé al ver que ya tenía todo listo para empezar a pintar.

Me tendió una brocha y la agarré para comenzar a pintar. Su cuarto pasaría de dejar de ser un verde olivo a un beige bastante agradable. Después de unos treinta minutos sin parar, dejé la brocha encima de un periódico y me senté en el suelo.

—Y eso que dicen que la juventud tiene energía para todo —comentó Bruno bromeando—. Ve al baño anda, te manchaste todos los brazos.

Observé la parte mencionada y vaya que si. No me había dado cuenta.

Asentí y me paré, empecé a caminar al baño pero me detuve. Justo enfrente de su habitación.

Apreté el interior de mi mejilla y abrí la puerta sin titubear. Su cuarto seguía igual, excepto por una veladora que supongo su mamá no había dejado de prender. Alissa jamás había tenido la energía suficiente para pintar su habitación, era totalmente blanca, sus cosas eran muy apagadas. No porque quisiese claro, pero jamás había pensado en ello.

—¿Triste no?

Me sobresalté al escuchar a Bruno. Se situó a mi lado observando la habitación.

—Y pensar que su habitación misma nos reflejaba la vida que sentía: triste y soledad.

Negué con la cabeza.

—Estoy seguro que era por otra cosa —estiré mis brazos—. Pero me gustaría hacer algo por ella.

Bruno me giró a ver curioso.

—Un... color lila, colcha crema con violeta y alfombra morada. ¿Qué le parece?

No le gustaban las cosas tan llamativas, su color favorito era el morado, me lo había repetido tantas veces que se me había quedado bien fijo en mi mente.

Casi todo lo que decía.

Su papá sonrió y me lance a comprar las cosas.

Al subirme al carro del señor Lewin sentí un aire dentro del vehículo sin siquiera estar prendido.

Me froté los brazos observando mi alrededor.

Y, estúpidamente, solo hice una pregunta que nadie iba a responderme:

—¿Alissa?

En el comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora