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Eran las cuatro de la tarde. Había un montón de gente sentada en la plaza con carteles y, se habían acercado reporteros curiosos de saber la razón. Querían que alguien hablara pero, aún nadie accedía a hacerlo porque según mi papá, tenían que esperar a alguien.

Y justo llegaron para presenciarlo: la policía.

Varios oficiales se acercaron intrigados, además de que ya varia gente había estado quejándose por lo que habían puesto en los carteles que, según para muchos, era muy fuerte y ofensivo.

Un oficial se acercó leyendo los carteles.

—Se que tienes derechos pero están incomodando a varias personas del parque, tendré que pedirles que se retiren. Hay niños aquí.

"Mi hija murió por ser violada".

"La menstruación es la única sangre que no nace de la violencia".

"Mi niña está muerta por un violador".

Eran algunas cosas de tantas que habían en los carteles.

Un reportero se acercó preguntando si alguien podía hablar, papá quería hacerlo pero una madre de familia empezó a llorar llamando la atención de la gente. Se paró y caminó hasta el micrófono para poder ser entrevistada.

—Estamos en la plaza principal en vivo porque nos ha intrigado ver un grupo de personas; padres de familia de hecho dando a conocer su libre expresión, tenemos a una madre de familia que quiere hablar sobre esto. ¿Cómo se llama?

—Marina —contestó la mujer.

—¿Por qué está aquí? Cuéntenos.

La mujer se puso nostálgica y triste.

—Tengo una hija que ya no está conmigo presente pero sigue en mi corazón —respondió con voz rota—. A ella la secuestraron y la violaron. Gracias a Dios pude recuperarla, sufrió más que un trauma físico, sino también uno mental, a tal grado de que le daba miedo bajar de peso para no verse atractiva. Se repugnaba, dejó de salir, de ponerse ropa bonita que según ella era "reveladora" —rió—. Mucha gente le dijo que le pasó eso por usar ropa así —negó con la cabeza—. Me impresiona que crean que por querer sentirse a gusto ya están provocando a la gente. Ella no soportó tantos insultos y —tragó saliva—, se suicidó. Me dejó una carta que decía algo así: tal vez no era yo, pero era el mundo contra mi.

Contuve la ganas de llorar, al igual que mucha gente.

—Y no hay un día, en el que no piense en ella, no hay ni uno solo —dijo echándose a llorar y negar con la mano para indicar que ya no había más.

Otra madre se acercó enseñando una foto, una de un chico joven.

—Este niño se llama Saúl, no lo he visto en 5 años. Ahorita debe tener 18 años. Fue secuestrado y aún no han dado con él pero según la policía, está en manos de una banda que se dedica a robar a niños y niñas para su explotación sexual a cambio de dinero —se tocó el puente de la nariz conteniendo lágrimas—. No sé si siga con vida o no, pero lo quiero. Con vida si es posible, pero sino quisiera que me regresaran su cuerpo para poder darle un buen adiós...

Me volteé. Había escuchado mucho, solo me hacía comprobar que el mundo no era del todo color rosa.

—Estamos en una sociedad en la que muchos le dicen a las chicas y chicos como no ser violados en vez de enseñar a no violar.

Me giré al escuchar la voz de Nathan.

—Tengo una amiga en el hospital a la que mañana desconectarán, no ha dado señales de despertar. Seguro muchos la conocen, su nombre es Alissa Lewin —una reportera de otro canal de televisión se aproximó y pegó el micrófono hacia Nathan—. Todos estamos aquí porque hemos sido víctimas o hemos presenciado a gente que ha sido víctima. Estamos aquí porque más que gritar nuestra libre expresión, queremos que (aunque los hijos de muchos padres aquí han corrido con la mala suerte de no poder estar aquí en este mundo) sepan el porqué nos acompañan.

Mi papá se puso a la par de Nathan.

—Una amiga de Alissa ha desaparecido por el mismo hombre que la violó y él mismo que mató a mi otra hija.

Uno de los oficiales reaccionó y empezó a avanzar para despejar el área, pero mucha gente empezó a detenerlo.

—¡Su nombre es Aníbal Stayner y si, no tengo pruebas suficientes pero las historias concuerdan. Ya se le había acusado de vender drogas y haber violado pero, como no se levantaron cargos en su contra pudo seguir con su vida! ¿Les cuento quienes actualmente están pagando el precio de eso? —una cámara de grabación acercó y enfocó a mi padre—. La familia Fay.

Ellos se acercaron.

—Quieren testigos y pruebas que él no deja —prosiguió Nathan—. Porque los elimina. Y ahora él está feliz en quien sabe donde gozando de la chica nueva que tiene.

—Ya perdí a una hija —confesó mi papá de repente a las cámaras—. Pero estoy intentando que nadie más pierda a alguien más.

Los reporteros intentaron hacer más preguntas pero la policía fue despejando y disolviendo al grupo protestante.

Nathan y papá fueron alejados del resto por un grupo de oficiales, se veían molestos. Iban a decirles algo cuando el celular de papá sonó.

Contestó y abrió los ojos. Giró hacia Nathan sorprendido.

—Vamos con Dann. Nos dirá algo.

En el comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora