12.

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—No pienses que te permitiré desconectarla —dijo mi hermana con firmeza—. Medio año no es nada.

—¿Dirás lo mismo cuando ya tenga uno? ¿Dos? ¿Tres?

—No tienes esperanza —escupió con rabia.

—No me respondas así, soy tu madre y me tienes que...

—Respetar —habló mi hermana imitando su voz—. Me lo has dicho.

—Eres más grosera que antes —reprendió mi madre furiosa.

—Bueno, si no hubieses sido tan mala madre y hubieses comprendido a mi hermana ella no se hubiera salido de la casa aquella noche y no habría sido secuestrada y mucho menos —apretó los puños—, ¡hubiera quedado en coma!

—¡Basta!

Papá intervino a tiempo.

Mamá y mi hermana nunca peleaban, y si lo hacían, era por cosas absurdas, después se reconciliaban y hacían como que nada pasaba.

—¿Basta? —preguntó mamá indignada—. ¡Tu hija se mete porquería!

Papá suspiró y se dejó caer en el sofá como la primera vez que vino.

—Ya lo sé, y me siento estúpido porque no tengo en las manos el bienestar de mis hijas, soy un fracaso.

—No papá —dijo dulcemente mi hermana—, quien es la responsable de todo, es mamá.

Mi mamá miró hacia abajo tratando de aguantar las lágrimas.

Me acerqué al sofá tomando la mano de papá.

—Te quiero papá —susurré aguantando las lágrimas.

Papá cambió su semblante.

—Sobre mi cadáver la desconectaran, ¿me escuchaste? —enfrentó a mi madre.

Ella desvió la mirada hacia mi, bueno, mi cuerpo.

—¿Qué decidirías tu? —Me preguntó sabiendo que no contestaría—. ¿Qué preferirías hija?

Todos callaron al instante creando ese ambiente tan intranquilo que tanto odiaba.

—No lo sé... —susurré.

En breve, Nathan entró a la habitación captando la atención de todos.

—Señora Lewin, unos policías quieren hablar con usted.

Mis padres se voltearon a ver entre sí.

—¿Qué pasa? —preguntó mamá algo preocupada.

—La casa, encontramos la casa.

—¿Qué casa? —preguntó está vez mi papá.

—Donde la retuvieron.

En el comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora