38.

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Nathan.

Estacioné el carro y me bajé rápidamente. Dejé caer los brazos a los costados de mi cuerpo, el señor Lewin estaba recogiendo todo el desastre que había, sentí lastima pero sobre todo, rabia.

Avancé hasta él y comencé a ayudarle a recoger los vidrios que había en el suelo, no quise decirle nada porque estaba sorbiendo para intentar no llorar. Era un hombre, claro que si, pero todos teníamos límites y sentimientos.

—Solo fui a comprar otra brocha a dos cuadras —musitó ahora apretando los puños.

Un grupo inepto y sin sentido alguno (según los vecinos) había venido a realizar un desastre a la casa, habían rotos vidrios de la casa, en las paredes había muchas cosas escritas:

"Familia falsa, asesina".

"Su hija bien que lo quería".

"Dejen de mentir, conocemos la verdad".

"Mal padre, mala madre, mala hija".

¿Conocemos la verdad? Si claro, como se nota que la sabían.

Me metí a la casa y agarré una cubeta y varios trapos. Llené la cubeta con agua y salí para tratar de borrar todas aquellas cosas.

—No tiene la culpa —le dije cuando lo vi decaído—. No se crea cosas falsas que la gente ignorante dice. La gente dice lo que para ellos es lo correcto. Cada quien tiene diferente opinión.

—Te invito a ayudarme y pasa esto, que fatal.

—Le he dicho que no pasa nada, podemos recoger esto y...

Unas chicas se acercaron hasta nosotros, en total eran tres, tenían creo mi edad.

—¿Qué ha pasado? —preguntó una de ellas mirando el desastre que había.

—¿Le robaron? —preguntó otra.

Bruno comenzó a negar con la cabeza dando a entender que no pasaba nada, cuando la última chica chasqueó los dedos mirando fijamente al señor Lewin.

—Pero si es el padre que sale en internet —dijo perpleja—. El caso de su hija en coma ha circulado en las redes.

Sus otras dos amigas se miraron entre sí y fijaron su vida en los vidrios que aún habían rotos y en las paredes, sus rostros pasaron de confusión, a tristeza al leer lo que estaba detrás de nosotros.

—Que gente más horrible —dijo la que había descubierto quien era el señor Lewin.

Las tres empezaron a caminar y agarraron trapos que yo mismo había dejado en el suelo.

—No, no, todo está bien, enseguida lo limpio...

—Señor, solo queremos hacer lo correcto, yo creo que usted de verdad ama a su hija y lo que le pasó de verdad que fue algo horrible. Su historia ha alzado a muchos. Mi papá vaya que nunca me ha dicho palabras bonitas y el otro día me abrazó y me dijo que me amaba mucho. Creo que pensó que un día podemos estar, y al siguiente no. Por eso creo que su hija sigue aquí, porque lo ama mucho.

Bruno comenzó a expulsar lágrimas de los ojos mirando hacia el cielo para tratar de aplacarlas. Sonreí y le palmeé la espalda para que se recuperase.

—Creo que intenta decirles gracias —dije captando la atención de las chicas.

Las tres me sonrieron y avanzaron para empezar a quitar lo que estaba escrito detrás.

—Podrá haber gente mala, pero mientras más aparezcan, la gente buena se duplicará —expresé sinceramente.

Los vecinos del señor Lewin comenzaron a acercarse con bolsas negras para botes grandes y recoger los vidrios tirados.

Las chicas y los vecinos comenzaron a hablar animadamente, así, sin conocerse, pero ahí estaban.

Y me di cuenta de que aún habían buenas personas y que, a pesar de estar en coma, Alissa estaba haciendo todo esto: la unión entre las personas.

—Si estando despierta lograbas hacer que te viese como una persona noble, dormida también, Alissa. Siempre haces cosas maravillosas —musité en voz entre alta y baja

Bruno me miró curioso y entrecerró los ojos.

—¡Anda Nathan, que las chicas están trabajando, ve a servirles agua!

Me sonrojé cuando las chicas se rieron en alto. Negué con la cabeza y me acerqué hasta el señor Lewin.

—Es cierto lo que pusieron en la pared de mal padre, mala madre, mala hija —dijo al acercarme y junté mis cejas confundido—. Digo, nadie es perfecto.

Tiré de mis labios en una sonrisa y asentí.

—Tiene razón.

En el comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora