Había pasado un mes desde que mamá me dio la aprovación en cuanto a la lista. Ahora tocaba decírselo a papá. Esperaba que entendiera, esperaba que me apoyara. Estaba nerviosa, nunca había tenido una charla con mi padre de más de dos minutos, simplemente no nos llevábamos tan bien. Mis palmas sudaban y tenía un pequeño nudo en la garganta, él se había opuesto anteriormente a muchas cosas. Cosas a las que mi madre me había dado permiso, pero en esta casa, sin la aprovación de ámbos, nunca se hacía. Él estaba en su estudio, yo, en el pasillo. Había una batalla en mi interior, ¿Se lo decía o esperaba un poco más? Estuve así un buen rato. Hasta que la puerta del estudio se abrió sorpresivamente.
— Emma.— Dijo mi padre muy serio.— ¿Se te ofrece algo?— Perguntó frío. Él era así, una de las razones por las cuales no nos llevábamos tan bien era que no podía demostrar emociones, ni siquiera a su propia hija.
— De hecho, Sí...— Dije.— Estaba pensando en hablar con vos sobre algo...¿Sería posible hacerlo en el estudio?— Sí, ese es el vocabulario que uso con mi padre, de otra forma, el no aceptaría siquiera escucharme. Era algo con lo que según él me preparaba para dirigir la empresa. Decía que nunca lograría nada sin un vocabulario apropiado.
— Está bien.— Dijo mirándome de una manera extraña, luego abrió la puerta y me dejó pasar primero, su estudio era muy elegante, tenía sillones negros y una mesita ratona de vidrio, un escritorio de madera oscura con una lámpara demasiado extraña y aparentemente moderna. Detrás de él descansaban en un librero negro muchos libros que yo nunca había tocado, por lo tanto, no sabía de qué trataban. Me senté en la silla frente a su escritorio, respiré hondo e intenté prepararme para lo que vendría.
— Habla.—Dijo, y pensé: "Ojala fuera tan facil". Tenía ese estúpido nudo en la garganta que me impedía siquiera producir un sonido.— Emma.— Me llamó, sacándome de mis pensamientos y haciéndome hablar.
—Padre...— Comencé.— Cuando tenía trece años, Kristal y yo..— Hice una pausa y volví a inhalar.— Habíamos acordado que, antes de cumplir los veinte años y comenzar a trabajar en la empresa, realizar todos nuestros deseos..— Observé su rostro, era obvio que quería seguir escuchando, poniendo a prueba mi capacidad de hablar delante de él.— Así poder enfocar nuestras vidas en el trabajo, sin ningún tipo de distracciónes.— Suspiré, intentando que el no lo notara, reacomodé mi postura y continué:— Aunque desafortunadamente mi mejor amiga murió a los quince años.— Si iba a hablar, lo iba a hacer bien, era de esas pocas veces que papá me daba la oportunidad de demostrar que "mi educación" no había sido en vano.— Pero...— Sin querer había marcado mucho la "P", haciendo sonar como si fuera demasiado importante lo que seguía después, y sí que lo era.— Ella me hizo prometer que cumpliría nuestros sueños, por ella y por mí. Me sentiría realmente mal conmigo misma de no realizar la promesa.— Lo miré, el tenía sus ojos posados en los míos y una sonrisa extraña en los labios.
— Quiero ver la lista.— Dijo. Yo me quedé pensando un tiempo, ¿qué significaba que quería verla? ¿Estaba de acuerdo, o no? Tal vez solo la quería para reirse en mi cara.— Emma.— Me llamó la atención.— La lista, ahora.— Yo me paré enseguida y caminando derecha salí del estudio. Me llevé un pequeño susto al ver a mi madre y a mi abuela paradas fuera en el pasillo, justo como yo estaba antes de encontrarme con mi padre.
— Tranquila, Emma.— Dijo mi mamá.— Estoy segura de que te apoyará tanto como nosotras lo hacemos.
— No sé, es que...— Suspiré.— Es tan difícil hablar con él.
— Lo sé, pero valdrá la pena, Emm.— Dijo mi abuela.
— Voy a buscar la lista.— me reincorporé y caminé hasta mi habitación. Volví a sacar la lista del cajón y me apresuré a llegar a el estudio.
— Suerte.— Susurró mi abuela en inglés, yo le sonreí.
—Aquí esta, padre.— Me volví a sentar. Observé como la leía, su cara era totalmente neutra, no podía saber que pensaba y eso me asustaba. Al momento en el que terminó de leer, sus ojos se posaron en los míos y luego, abrió la boca.
— Es la cosa más infantil que he leído en mi vida.— Dijo.— Prefiero que el tiempo que gastas haciendo esas ridiculeces lo uses para educarte correctamente y llevar la empresa aún más adelante, Emma.— Okay, esto era suficiente. Parecía que él simplemente no podía entender la necesidad que tenía para sentirme bien y cumplir una promesa con mi difunta miga. ¡Mi propio padre! Es increíble.
— ¿Qué?— Dije. Aún no podía creerlo.
— He dicho que es estúpido, Emma.— Contestó con naturalidad.
— No puedo creerlo.— Dije en un susurro.
— Te he dicho que hables alto y claro, Emma.
— ¡No puedo creer que seas así!— Grité parándome.— ¡Entiende que es algo que tengo que hacer! ¡Por mi amiga!— Le dije al borde de las lágrimas.
— ¡Tu amiga está muerta, Emma! ¡Ella no puede saber si cumples la maldita promesa o no!— Gritó apretando el puño. No puedo creer que haya dicho eso, es la hja de su mejor amigo, de su socio, en ocasiones la trataba como a una sobrina.
— ¿Qué...— Susurré, las lágrimas ya estaban cayendo.— Es increíble, papá. ¡Malditamente increíble que seas un maldito idiota!— Le grité antes de dar un portazo y salir del estudio, una vez fuera mi madre me abrazó, ella también lloraba. Mi abuela ya no estaba ahí, probablemente se haya ido a dormir debido a que probablemente sea media noche.
— Tranquila, mi niña...—Susurró en mi oído.— Hoy dormirás conmigo, ¿Ok?— Dijo. Así pasaba, cada vez que mi padre hacía algo tan..cruel y frío, mi madre intentaba compensarlo con su cálido amor. No entiendo que pasó con mi papá. Antes, cuando era una niña, el no era así. Por lo menos no conmigo. Ya acostada en la habitación de mi madre, yo pretendía dormir, mientras que ella sosotenía mi mano. La puerta se abrió, y disimuladamente ví como mi padre entraba. Mi mamá cuidadosamente soltó mi mano y miró fijo a mi padre.
— Ella dormirá aquí, Joey.— Dijo seria.— La heriste, demasiado esta vez.
— Tiene que entender que es una ridiculez.—Dijo.— Algo que solo un par de mocosas harían, un par democosas sin nada mejor que hacer que fantasear sobre sueños que no se van a cumplir, y es nuestro deber, como adultos, hacerles entender que no será posible.
— ¡Es por su mejor amiga, hombre!— Gritó susurrando.— ¡Se lo prometió antes de morir, trata de entender a tu única hija aunque sea esta vez!— Oí un portazo y luego como mi madre volvía a recostarse, me dió un beso en la frente y ella apagó la luz de la lámpara. Dolor, eso sentía. Pero en mi mente sabía que de alguna manera u otra, me iría y cumpliría la promesa.