¿Qué hay de todas las promesas?

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 Mi llegada a Argentina sería sorpresa, mi celular había muerto durante el rescate y por más que me hayan ofrecido llamar a mi familia yo me negué rotundamente, no quería que nadie supiera que me rendía.

<<Cobarde.>> Susurró la voz en mi cabeza. La espera por aquel vuelo se hacía pesada e infinita.

 Finn no sabía, probablemente aún siga dormido pensando que duermo tranquilamente en su cama. Ojala fuera lo suficientemente fuerte como para quedarme.

<<Cobarde.>> Se vuelve a repetir. Mis manos se van a mi cara, en un intento pobre de ocultar las lágrimas.

 Quería salir corriendo y encontrar el rincón más oscuro en las calles de Londres, en donde nadie sabe quién soy ni cómo me llamo. En donde nadie sabe las promesas que estoy rompiendo.

<<Cobarde.>> Esta vez es una voz fuerte, que casi puedo sentir murmurar sobre mi hombro.

  Esperaba con ansias la voz casi robótica que anunciara que mi vuelo estaba a punto de salir, ¿¡Qué demonios pasaba?!

<<Puedes intentarlo, pero escapar no te hará dejar de ser una maldita cobarde, Emma.>>

-Pasajeros del vuelo 15568 con destino a Argentina, favor de abordar por la puerta B, gracias.-Una voz dulce pero a la vez irritada anunció eso que tanto esperaba, reaccionando con rapidez, alzé la cabeza y corrí con el boleto en mano, pasando a través de todos los controles y finalmente atravesando la puerta B. Me sentía libre, pero a la vez presa de una traición. Era cobarde, y me merecía cualquier castigo.

 Una vez sentada dentro del avión, rogaba porque todo fuera rápido y en cuestión de unos pocos minutos estemos volando directamente hasta mi hogar. Mi miedo más profundo en ese momento fue que Finn despertara, leyera la nota y viniera a buscarme; y por mas que ese miedo me comiera por dentro, una pequeña y susurrante voz me decía que si el despertara y leyera la nota, lo que menos haría sería venir a buscarme, después de todo, soy solo una cobarde que huye de todo. 

                                                            •••

 Al  llegar a Argentina sentí una convinación de alivio y desesperación, ¿Iriá de vuelta a casa? Pues, la verdad es que extraño estar allá, con las personas que conocí cumpliendo mis sueños, viviendo la vida al máximo, en cambio aquí, me enfocaría en trabajar para arruinarme la vida, tal y como quiere papá. Sola en el aeropuerto, estaba sentada esperando, casi pretendiendo que alguien viniera por mí, pero bueno, nadie sabe que estoy aquí. Mis manos en mis mejillas, mis codos en mis rodillas. No lloraba, ya esta parecía que estaba seca de lágrimas. Me levanté en cuanto noté que repentinamente el aeropuerto se había llenado de muchas, muchas personas. No estaba con humor suficiente como para encontrarme con más de doscientas personas caminando freneticamente cerca mío. Salí de aquel enorme lugar, intentando mantener mis ojos concentrados en el suelo, pero la verdad es que quería recorrer visualmente cada rincón de este lugar, en el que no había estado desde hace tanto tiempo.  

 Las calles de Buenos Aires seguían igual de siempre, gente fría caminando, sin fijarse en quien iba a su lado, ladrones, psicópatas o la persona con el mejor y más puro corazón, tal vez el amor de sus vidas...¿Quién sabe? 

 Antes solía molestarme que la gente le prestara más atención a su celular que al divino paisaje frente a sus ojos, pero ahora no sabía qué pensar, de alguien estar abiertamente contemplando su alrededor podría notar lo mal que estoy, y...bueno, realmente no sé por qué me molestaría no es como si a alguien realmente le importara. 

 Mi casa quedaba a unos veinte minutos de donde estaba, pero como dije, no quería ir. La desgracia es que, ¿A dónde más iría? No tenía amigos, bueno...tal vez uno o dos, pero no eran lo suficientemente cercanos, mi familia no tenía idea de que estaba de regreso en Argentina y todos los demás que conozco están en Inglaterra, probablemente pasándola mejor que yo.

 No tenía teléfono, no tenía más ropa. No tenía nada y todo eso hacía que el nudo en mi garganta se hiciera cada vez más grande. El dolor era inaguantable y casi parecía que no podría continuar caminando, la imagen de mi amiga se hacía presente y no podía evitar sonreír con dolor, ¡Había roto todas las malditas promesas!

20 cosas que hacer antes de cumplir veinte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora