Narra Finn:
¿Acaso ella nunca se daría cuenta?
¿Qué más tenía que hacer? ¿Señales de fuego? Tal vez golpearla en la cabeza con un sartén. Tal vez así se daría cuanta de que la amo, la amo desde que la conocí y nada ha cambiado hasta el día de hoy.
Pero Emma no quería nada conmigo, o al menos así me dio a entender. Si bien no estamos distantes, las conversaciones no son lo mismo, mucho menos las miradas. He notado que se siente extraña, y aunque no me atrevería a decir incómoda, se nota que lo está. No pisa el suelo de mi departamento por más de veinte minutos consecutivos. Ya no se queda a ver películas como antes y cuando comemos pizza ya no me hace reír hasta que el queso derretido caiga sobre mi remera.
Siendo honesto, no creí que cosas así pasarían. Pensaba que una vez que estaríamos aquí ella mejoraría, que se sentiría bien de seguir cumpliendo con la lista. O tal vez, sólo tal vez, el problema aquí soy yo. ¿Qué pasa si Emma me odia? ¿Y si hice algo que le molestó o la hizo enojar?
De todos modos, yo debería ser el enojado aquí. ¿A quién dejaron solo sin aviso previo alguno? ¿A quién no le hablaron por meses? ¿Quién tuvo que preocuparse sin saber nada del otro? Pues, yo.
Tal vez esté exagerando pero me siento así, ¿Comprenden? Necesito aclarar las cosas con ella, decirle todo y de una vez por todas entender qué es lo que quiere conmigo, si Emma dice que solo seremos amigos, entonces bien; sólo amigos.
La puerta del departamento es abruptamente abierta, me preocupo al momento en el que la veo entrar, no tenía una expresión alegre, ni mucho menos triste. Emma se encontraba neutral, no me hablaba y tampoco parecía mirar hacia un punto exacto en el piso de madera oscura.
—Emma, ¿Podemos hablar un momento?—Digo, con la esperanza de que ella reaccionara y me mirara, aunque sea, a los ojos. Pero no fue así, ella se lanzó a llorar sobre el sillón. ¿Qué le ocurría? Pues en ese momento no lo sabía, y tampoco lo haría sino hasta una semana después.
Emma pasó aquella semana encerrada en su departamento, no hablaba ni conmigo, ni con Zoe, mucho menos con Jack o Louis.
Me pasaba noches enteras escuchando su llanto mientras yo permanecía sentado en el pasillo del edificio. Sabía que esto tenía que ver con Caspar, Jack me lo contó todo, bueno...casi todo, esquivó la explicación sobre por qué se encontraba semi desnudo en la casa de Julie, aunque eso ya es bastante obvio.
Una noche, mejor dicho, la noche del sábado Emma abrió la puerta. Maquillaje corrido, cabello despeinado y piyamas. Se veía mal, aunque de todos modos tenía aquel brillo que me encantaba.
—Hola...—Susurró e intentó sonreír.
—No seas tonta.—La abracé.