¡Feliz Navidad!

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La navidad era hermosa. Especialmente aquella. La ciudad de Nueva York sólo mejora el panorama que esa noche estaba observando.

Finn parecía preocupado, bastante alarmado y bajo ninguna circunstancia quería que viera el "regalo perfecto" que hace horas estaba buscando. Me reía en su cara al verlo ir de tienda en tienda, mientras no encontraba nada y salía totalmente frustrado. 

A las siete treinta y cinco de la tarde parecía haberse rendido y acabamos recostados en el sillón del departamento que habíamos alquilado.

— ¿Qué me compraste?— Preguntó mientras jugaba con las puntas de mi cabello.

— No hay trampas, son sólo dos noches hasta navidad. No es tanto, vas a poder agüantar.— Rodé los ojos tomando sus dedos entre los míos, mientras podía escuchar una lebe risa proveniente de la boca de Finn. Dios, que bueno que era eso.

No eramos nada, pero a la vez lo eramos todo. Había llegado a comprender que no necesitábamos un "título" que definiera con  exactitud qué eramos. Sólo nosotros sabíamos lo que sentíamos y así pretendía que quedara. Oh, si tan solo Finn hubiera pensado lo mismo...¿Qué sería de nosotros ahora? Nada, probablemente.
Recuerdo aquella mirada en sus ojos, la sonrisa en su boca. ¿Cómo no me dí cuenta?
Finn quería ser algo más y yo lo estaba deteniendo. Al menos lo hice hasta aquella noche de navidad, la más bella y mágica de todas, si se me permite decirlo.

Las luces colgaban del techo y el pequeño arbolito permanecía firme en el rincón. Aunque algo faltaba. ¡Nieve! No había nieve, ni una gota. El cielo estaba totalmente despejado y las estrellas brillaban casi tan fuerte como las decoraciones en la calle. La gente cantaba fuerte y se escuchaban risas y conversaciones alegres se escuchaban, Finn, después de todo, aún permanecía nervioso, y se reusaba a comentarme el por qué. 

 Nuestra navidad, a pesar de que no había nieve, estaba yendo bastante bien. De hecho, demasiado bien. 

— ¿Emma?

— ¿Si?

— Tengo algo que decirte, yo he intentado...am..d-decirlo hace bastante pero...— Y ahí mi atención se desvió. Había oído los gritos alegres de los niños en los departamentos vecinos y bueno, me sobre emocioné. A veces pienso que tendría que haber escuchado a Finn. 

Narra Finn:

— ¡Nieve! ¡Finn, Finn! ¡Está nevando! ¡Dios, hay nieve!— Gritó emocionada, dejándome a mitad de confesión. Corrió hacia el balcón con una enorme sonrisa en la cara y comenzó a reír como tonta. Cómo amo a esta chica...Si tan solo ella me amara también. 

 — ¡Wow, Emm!— Fué lo único que dije, ella parecía disfrutarlo tanto, y por más que yo también quisiera hacerlo, tenía algo que confesar. 

 A las once cuarenta y dós me dediqué a preparar un discurso, algo lindo y con menos tartamudeo y nerviosismo. Por supuesto, para cuando lo tuve listo ya podría o no ser demasiado tarde.

 Emma y yoaún estábamos en el balcón, sentados, rodeados con una manta y con dos tazas de chocolate caliente en el piso, observando los últimos copos de nieve caer.

— Supongo que hay algo menos en la lista...— Comencé a hablar, dando un poderoso suspiro y mirándola.

— Si...— Dijo mirando hacia la nada, luego, estornudó. 

— Quería decirte algo hace un rato, y te fuiste corriendo hacia el balcón...— Reín levemente.

— ¡Cierto! Lo siento mucho, Finn.

— No te preocupes, creo que tendría que decirlo ahora.— Bajé la vista.— Emma yo...

— ¡Feliz Navidad!— Gritaron los vecinos de al lado y Emma rompió en una carcajada.

— Parece que nadie está de tu lado,¿Qué dices si vamos a abrir los regalos y luego me dices, eh?— Y con eso se fué, se levantó, llevando consigo su taza.

 Dios, Emma. ¿Por qué me haces esto?

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ALGUIEN NOTÓ QUE ESTO ESTÁ BASTANTE CERCA DE LAS 100,000 LEÍDAS'??? PORQUE YO SI

20 cosas que hacer antes de cumplir veinte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora