Nueva vida.

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 Tres meses pasaron, era obvio que ya no iba a regresar a Londres, yo misma me lo prohibía. Tal vez se pregunten, ¿Qué ha pasado todo este tiempo? Pues..déjenme decirles, no han sido nada buenos.

 Después de deambular por todo Buenos Aires, parar en plazas a sentarme y suspirar dramáticamente un rato, se me ocurrió levantarme y de alguna manera contactar a mi abuela, ya que tenía por seguro que ella sería la única que podría entenderme en una situación como esta, quiero decir, sola, con poco dinero y con miedo, mucho miedo. Intenté con todas mis fuerzas tocar el timbre de la puerta principal de mi casa, tocaba la puerta e inevitablemente salía corriendo hasta la otra esquina, bastante tonto, lo sé. Cuando finalmente me las arreglé para usar las pocas neuronas que al parecer funcionaban en mi cabeza decidí entrar por la ventana de mi cuarto. No, no tengo ninguna especie de llave, pero sí sé que tiene la cerradura rota y a menos que la hayan reparado (lo cual dudaba) yo podría entrar sin ningún problema. Y bueno, así lo hice...más o menos. 

 Deslicé un pie desde la rama del- no tan alto- árbol e intente que este llegara hasta la ventana, eso fue un enorme  FAIL. Casi me caigo, y esto podría haberme provocado una pierna rota o algo peor. Mi siguiente idea fue mantener mis pies en la rama e intentar llegar con mis brazos, casi lo logré, de no ser porque al momento en el que debía despegar mis pies de la rama para poder finalmente subir a la ventana me dio tanto miedo que grité y caí al suelo, por suerte nadie me escuchó y nadie vió el feo raspón que me hice en el codo. 

 Me había quedado allí, sentada bajo las tristes hojas del árbol. Estaba mal diciendo por lo bajo gracias a que el ardor que provenía de mi brazo era demasiado.

-La p*ta que los re mil parió a todos ustedes malditos hijos de mi*rda...-Susurré en español, y por un momento reí, haciendo que el dolor se alejara por unos segundos, había olvidado lo divertido que era maldecir en español, porque sí, no es lo mismo decirlo en español que en inglés. No tenía ni idea de por qué, pero me estaba resultando demasiado divertido. Tapé mi boca unos segundos después, ¡Estaba riendo demasiado fuerte y la muy inteligente de mí *Sarcasmo* olvidó que estaba "escondida"! ¡Viva yo! *Sarcasmo de nuevo*.

-Juro que escuché a alguien por aquí, Joey. Por novena vez, yo no estoy loca.-Escuché a mi madre hablar, muy cerca de la ventana de lo que sería la cocina.

-Yo nunca dije que estuvieras loca, pera tal vez el hecho de que Emma no haya llamado en tanto tiempo te ponga un poco...nerviosa.-Dijo mi padre. ¡Oh Dios! Es verdad, no han sabido nada de mí en tanto tiempo.

-Solo espero que este bien...-La oí decir, con toda mi fuerza me levanté y salí de ese lugar. Lo mejor (que pude pensar en ese momento) sería pretender que aún estaba cumpliendo mis sueños, de esa manera, yo no tendría que lidiar con la vergüenza y decepción que cargaba.

 Tenía pensado cambiarme el nombre, tal vez teñirme el cabello e irme a otro lugar, había pensado en Mar Del Plata, una ciudad igual de hermosa que Buenos Aires, solo que más pequeña. Allí nadie me conocía y a nadie le importaría que haya roto la promesa más importante de mi vida. Lo haría con el dinero que me quedaba en la cuenta bancaria, alquilaría un pequeño departamento y buscaría un empleo. 

 Me hallé a mi misma sonriendo, pesando que de veras esta sería la oportunidad perfecta para empezar de cero sin preocupaciones, me teñiría el cabello mientras aún estaba aquí, no me iba a arriesgar a que alguien me reconociera, eso arruinaría todo. ¿Cómo lo haría? Pues, es obvio que no en mi casa, para eso tenía lo que apuesto a que muchas tienen, amigas falsas. 

 Su nombre era Mariana y lo único que hacía era alabar el dinero que mi familia recibía, todo por culpa de la maldita empresa de papá, que nunca me permitió tener un amigo verdadero, a parte de Kristal. "Mari" vivía a unas cuantas cuadras de mi casa si bien no recuerdo, ella fué la primera en mi curso en cambiarse de casa y vivir sola, con tan solo diecisiete años. 

 Compré un paquete de tintura rojo oscuro, aún no sabía si estaba lista para abandonar mi color castaño natural, nunca antes había teñido mi cabello, mi madre decía que lo quemaría y terminaría hecho pedazos. La verdad, me importaba una mierda lo que le pasaría mientras nadie supiera que he estado en Argentina. 

 Caminé al rededor de doce cuadras hasta toparme con un edificio que más o menos recordaba, en una placa se encontraban los nombres y pisos de los propietarios, "Qué inseguro..." pensé riendo suavemente. Pasé con la mirada la tonelada de nombres hasta que su nombre apareció junto a las siglas 3B. Suspiré y llamé a su puerta, esperé unos segundos hasta oír la chillona voz de la chica que pretendía ser mi amiga.

-¿Hola?-Se escuchó, parecía estar dormida, y luego recordé que ella dormía constantemente, "Es para la belleza" solía excusarse cuando llegaba tarde a las clases que nos dictaban en las tardes.

-¿Mari?-Pregunté susurrando y mirando para ámbos lados, ya hasta parecía paranóica.

-Sí, ¿Quién habla?-Preguntó tosiendo levemente.

-Soy..Emma, Mari.-Susurré lo más bajo que pude.

-¿Emma quién?-Volvió a preguntar. Me estaba cansando de estas tontas preguntas, pero igualmente me sentí aliviada de que esta chica no dejara entrar a cualquiera a su departamento.

-Soy Emma, ¿Me recuerdas? ¡Solíamos estar juntas todo el tiempo en la secundaria!-Mentí, haciendo caras extrañas mientras las palabras salían de mi boca.

-¡Emma!-Gritó y yo me alejé.-¡Enseguida bajo a abrirte!-Suspiré de manera aliviadora y fastidiada, no la soportaba y la única razón por la que solíamos estar juntas era porque no tenía amigas, y de alguna manera necesitaba sobrevivir allí dentro. Unos dos minutos después, se escucharon unos pasos retumbar y hacer eco en todo el hall del edificio. Mariana estaba allí, y ella estaba más que feliz. Abrió la puerta y me abrazó con todas sus fuerzas.-¡Hace mucho que no te veía amiguita!-Rodé mis ojos, esa mala costumbre de llamarme "amiguita" mientras que ella sabía las cosas malas que había estado hablando de mí a mis espaldas durante todos estos años. Habló sin parar mientras subíamos hasa el tercer piso y cuando abrió con una pequeña llave pintada de violeta dijo:-¡Bienvenida a mi dulce departamento!

Ese sería el comienzo de mi nueva vida, tres meses pasaron, y yo ahora vivo en la adorable ciudad de Mar Del Plata, en donde trabajo en un salón de belleza para animales y vivo mi vida esperando que las inscripciones para la universidad se abran de nuevo. Estaba empezando de nuevo, y no estaba segura de si me gustaba.

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Muy súper demasiado aburrido -.- Lo sé, pero lo necesito jaja :)

xoxo.

20 cosas que hacer antes de cumplir veinte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora