Capítulo 8

221 33 6
                                    


No sabía qué contestar, más bien sí sabía, pero las palabras no salían de mi boca. Quería decir que sí pero no podía, diferentes pensamientos pasaban por mi mente y no me dejaban en paz: el beso con Pantera, las peleas con mi madre, mi edad, mi inseguridad con respecto a su ex, muchas cosas. Quiero ser su novia, pero para mí, ese rótulo significa mucho, significa hacer ciertas cosas que yo no puedo. No puedo verlo con la frecuencia que quisiera, no puedo salir con él y estar bien sabiendo que después tengo que soportar los retos de mi mamá y él es un hombre independiente que, seguramente, se canse en cualquier momento. Ponerse de novia significa que lo nuestro va en serio y no quiero enamorarme más -si es que eso es posible- para después terminar llorando por los rincones o, peor aún, para tener que dejarlo porque mi vida no me pertenece. Tengo frente a mí la respuesta a las preguntas que me estuve haciendo las últimas horas y ahora no sé qué decir. Javier me mira esperando una respuesta que está tardando más de la cuenta en llegar. Puedo sentir sus nervios, su ansiedad.

—Mmm... —aclaro mi garganta—. No pensé que era esto lo que querías decirme.

—Pero... —se queda sin palabras y yo cierro los ojos buscando aclarar mi mente. Ya fue, que sea lo que tenga que ser y si no... mejor no pensar más.

—No quiero que lo tomes a mal, tengo muchas ganas de empezar una relación con vos, pero creo que, ahora mismo, no se va a poder.

—¿Qué? —sus ojos se vuelven tristes y yo me siento morir. Me mira atónito, casi desafiante.

—Es que no puedo dedicarte el tiempo que te merecés, el tiempo que nosotros nos merecemos —intento tomar su mano, pero la retira con brusquedad—. No te enojes por favor, te pido que me entiendas.

—¿Qué es lo que tengo que entender? —mi respuesta lo sorprendió, casi no puede articular las palabras—. ¿Que no me querés, eso tengo que entender?

—¡No!, claro que te quiero, te quiero muchísimo. No vuelvas a decir eso por favor —las lágrimas comienzan a correr por mi rostro y empiezo a creer que cometí un error.

—Déjame solo —ya no me mira a los ojos.

—Pero...

—¡Déjame solo! —me interrumpe levantando la voz.

Me levanto del banco y camino unos metros, me detengo y giro para hablarle una vez más, pero me levanta la mano y me muestra la palma, no quiere escucharme. Suspiro y con toda la tristeza del mundo voy hasta la parada del colectivo. Seco mis lágrimas y pongo mi mejor cara al mundo porque nadie tiene porqué saber el dolor que profeso en mi interior.

¿Por qué le dije eso?, le hubiera dicho que sí y ahora no me sentiría tan mal. Pero pensándolo bien, no fue tan grave. No debería estar tan enojado. No le dije que nunca sería su novia, simplemente no es posible en este momento. Nunca tuve la intención de dejar de verlo, al contrario, creo que deberíamos ir despacio para no equivocarnos. En realidad, le estoy haciendo caso a mi cabeza y no a mi corazón. Parece que no debí haberlo hecho, parece que ahora arruiné todo y ya no hay vuelta atrás. Tengo que ver a Nati urgente, ella va a saber qué hacer.

Llego a mi destino y me largo a llorar desconsoladamente, tengo mucha culpa, siento que cometí un error imperdonable. Le cuento a Nati lo que pasó y ella se queda muda, solo me mira.

—Yo creo que hiciste mal —la preocupación en su rostro me pone peor—. Deberías haber dicho que sí si eso era lo que querías.

—¿Tan descabellado es lo que hice? —sollozo.

—No es que sea descabellado —se sienta a mi lado y me acaricia el cabello—, es que no tiene sentido. Hasta ahora te la venís bancando bien, te enfrentaste a tu mamá y te dejó tranquila, por lo menos por ahora. ¿De dónde sacaste que no vas a tener tiempo para él?

Desilusión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora