—Hija, volvé ¡por favor! —suplica—. Te pido perdón por todo lo que hice.
—¿Y cómo van a ser las cosas? No quiero seguir peleando de la misma manera, ya no más —sollozo.
—Voy a cambiar, te prometo que voy a cambiar, pero volvé a casa, te extrañamos mucho.
¿Cómo negarme a semejante pedido? Las extrañaba demasiado, casi un mes fuera de casa me enseñaron que nunca se está mejor que en nuestro propio hogar. ¿Quiero volver? Sí, quiero. estas tres semanas vagando entre la casa de Natasha y Mariela provocaron mi arrepentimiento. Entiendo por qué mi mamá es como es y creo que de mí depende darle esa seguridad que le falta. No soy una mala hija.
—¿Me vas a dejar salir con Javier cuando quiera? —pregunto en voz baja.
—Voy a intentar —agacha la cabeza y suspira.
—Con eso me alcanza.
Nos abrazamos las cuatro. Todas estábamos felices y por primera vez siento que todo se está arreglando, que por fin puedo estar bien sin preocuparme por nada. Ahora puedo ocuparme de trabajar, ahorrar y cuando tenga lo suficiente, vivir sola. No voy a estar con mi mamá toda la vida y de eso, somos conscientes las dos; pero una cosa es irse sin nada, sin tener casa ni dinero para mantenerse y otra es planear las cosas, trabajar, terminar los estudios e independizarse porque ya sea adulta y debo hacerlo. Es justo lo que Pantera te dijo. Una sonrisa irrumpe en mi rostro al pensar en él.
Vuelvo a la casa de Nati a buscar mis cosas y contarle que llegamos a un arreglo con mi mamá.
—Me alegra que vuelvas —dice Cristina—. Seguramente tu madre sufrió mucho todos estos días.
—Yo también sufrí, las extrañé como nunca.
—Lo bueno es que llegaron a un arreglo y que ya no te molestará más —dice Nati ayudándome a guardar mis cosas en el bolso—. ¿Pensás que le va a durar?
—Espero que sí.
Vuelvo a casa y cenamos juntas. Denisse duerme conmigo hoy, está eufórica por tenerme nuevamente en casa. No hay como la comodidad de mi cama. Dios, ¡cuánto extrañé mi cama!
Falta una semana para Navidad y dos para dejar de trabajar. Sólo me contrataron para cubrir el período de fiestas. Por lo menos junté algo de plata para mis gastos.
La tienda de ropa estaba atorada de gente. Termino de atender a una señora y una mujer grita mi nombre.
—¡Nadia! Qué bueno verte, ¿trabajas acá?
—¡Lorena! —me asombra encontrarla. Una extraña sensación de nerviosismo mezclada con ansiedad asalta mi cuerpo—. Sí, trabajo aquí.
—¡Buenísimo! Vas a ayudar a mi mamá a cambiarse el look —entrelaza su brazo con el mío—. Mamá: ella es Nadia.
¡Oh, no! No conocía a la madre de Pantera, pero sé que ella sí sabía de mi existencia. El día que dormí en su casa él le pidió un secador de pelo para mí. ¡Qué vergüenza!
—Hola, Nadia, sos tan bella como mi hijo te describió —acaricia mi mejilla y me sonrojo.
—Muchas gracias. ¿Qué tipo de prenda está buscando?
Ana es tan amable y cálida como su hijo. Ahora entiendo por qué Pantera es la clase de persona que es. Lorena se llevó muchas blusas y camisas que, según ella, le quedarían muy bien a su madre y no se equivocaba.
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Desilusión ©
Romance-¡Te di mi corazón entero, te abrí las puertas de mi alma y me mentiste, Javier! ¡Me usaste, me engañaste hasta el hartazgo y aun así no te alcanzó! No te importó que fuera una chica inocente, ilusa e inexperta. Tomaste todo de mí y ahora que te can...