Capítulo 25

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—¿Y si venís conmigo?

—Tu tía le va a contar a tu mamá.

—Me encantaría ir de viaje con vos, amor — me recuesto sobre sus piernas.

El sol de la tarde ilumina su rostro y la brisa de verano mueve sus cabellos. Está hermoso. A veces lo miro y me pregunto ¿cómo hice para conquistarlo?

—A mí también me encantaría que hagamos un viaje —acaricia mi cabello—. No te vayas...

—No me hagas puchero — me incorporo y beso sus labios fruncidos—. Ya pagué el pasaje si no me quedaba.

—Te voy a extrañar mucho.

Me derretí. Yo también lo iba a extrañar, pero la había pasado tan bien la última vez que fui a Pinamar que no quería dejar de ir.

Termino con mi valija, saludo a mi familia y me voy a la terminal. Viajar de noche es más placentero, sin embargo, no pude dormir. Al llegar, mi primo me estaba esperando.

—¡Primita! Que linda estás —me invita a subir a su auto—. ¿Que tal el viaje?

—Cansador —refriego mis ojos—. Necesito dormir un poco, el micro iba tan rápido que me daba miedo quedarme dormida.

—¿No te gusta la velocidad? —cuestiona mientras ríe por mi comentario anterior.

—No cuando el conductor es desconocido.

Llegamos a la casa de mi tía y desayunamos. Después de almorzar fuimos a la playa con Ariel, pero antes le mandé un texto a Javier avisándole que llegué bien. Lo extrañaba. Recién me había ido y ya lo extrañaba, lamentablemente no puedo vivir sin él. Su respuesta no tarda en llegar:

AMOR 12:47

A q hora llegaste?

YO 12:47

A las 9. te extraño mucho amor,

tengo ganas de pasear por la playa

tomados de las manos

AMOR 12:48

No me digas eso q me muero

d amorrr

YO 12:48

Las vacaciones no son lo mismo sin vos.

mas tarde te escribo mi cielo, voy a la playa.

AMOR 12:48

Con tu primo? ojo con lo q hacen,

no me gusta nada. Bsos

No le contesto porque prefiero dejarlo así. Él también está de vacaciones y nada le impedía venir conmigo, simplemente no quiso, así que ahora, que me extrañe.

—¿Ya te está controlando? —chismea mi celular.

—No, le avisé que había llegado bien, antes no lo hice —guardo mi teléfono y coloco la toalla en la arena.

—¡Están hasta las bolas! —ríe.

—Yo sí, él... todavía no sé.

—Si dudas tanto es porque no hace lo suficiente para que confíes en él —se sienta en nuestro lugar y se saca la remera.

No había reparado en sus brazos. Son realmente grandes, todo el ejercicio que hace por día rindieron sus frutos. ¿Te gusta nuestro primo? Aghh, otra vez vos. Puta conciencia déjame en paz.

Desilusión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora