Epílogo

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Caminaba por Avenida Rivadavia sin rumbo fijo y observaba a las personas caminar, no las veía nítidas, sino que borrosas porque mis ojos no dejaban de lagrimear. Necesitaba salir, tomar un poco de aire, mi habitación me sofocaba, los recuerdos me invadían y miles de malos pensamientos rondaban mi mente. Las luces de la ciudad lastimaban mis retinas, las risas de las parejas perforaban mis oídos y la fría brisa de junio quemaba mi piel. Nada ya tenía sentido para mí. Todo lo recorrido, todo lo vivido se convertía en nada. Fue inútil, fue innecesario todo lo que hice, todo lo que dejé. Todavía no puedo creer que sea cierto, quisiera despertar y descubrir que fue una pesadilla, una muy mala pesadilla.

Después de caminar por horas llego agotada a mi casa, con lo pies ampollados y el corazón desangrado.

Me levanto para ir a trabajar con los ojos hinchados y la cabeza explotada de dolor, ciertamente no dormí nada, no pude.

—Na... —Silvana abre los ojos de par en par sorprendida por mi aspecto—. Pero... ¿Qué te pasó?

—La vida por encima, eso me pasó.

Se quedó estupefacta en la puerta del vestuario y luego de unos segundos, sin decir más nada, me abrazó transmitiéndome que todo estaría bien.

Estaba sola, completamente sola. Sin Javier, sin Fede, sin Pantera, sin Nati, sin Mariela, sin mi madre ni hermanas. No quería hablar ni ver a nadie y se empezó a notar.

—Nadia —Alejandra, mi supervisora, me llama—, vení a la oficina por favor.

—Ya voy.

Me dirijo a aquella oficinita donde el día del robo Fede me llevó para calmarme. Alejandra me sonríe de lado analizando mi semblante.

—¿Qué te pasa? —se cruza de brazos.

—No me siento muy bien... ¿Por qué?

—Porque ya vinieron dos clientes a quejarse de tu cara —¡lo que me faltaba! ¿acaso no puedo sufrir en paz? Soy un ser humano no puedo andar por la vida sonriendo como si nada pasara, ¡no puedo!—. Si necesitas irte no hay problema, pero si te quedas, debes saber que tu deber es ser amable con los clientes.

—Nunca dejé de serlo, simplemente no tengo ánimo para sonreír, eso no quiere decir que no sea amable —contesto con un hilo de voz.

—Cumplo con advertirte, si puedo ayudarte no dudes en avisarme.

Afirmo con la cabeza y vuelvo a mi posición de trabajo. Para la hora del descanso me sentí un poco mejor, aunque no tanto como para sonreír. Ya se acababa mi tiempo cuando mi móvil suena.

FEDE 16:33

Hola, no sabes cómo te extraño

Si tu novio no va puedo ir a verte?

YO 16:33

Hola. Ya no tengo novio.

Salgo a las 21

Yo también puedo jugar con los sentimientos de la gente, también puedo estar con todos los que se me cruzan y eso es justamente lo que voy a hacer. Nunca más voy a entregar el corazón, nunca más voy a confiar en nadie porque todos son iguales. Alguien te advirtió sobre esto, ¿recuerdas? Mi conciencia siempre me recuerda cosas que no quiero. Por su culpa se me vinieron a la mente las palabras de Pantera: «Te volverás una persona muy desconfiada porque tendrás miedo de sentir ese dolor otra vez, no confiarás en nada ni en nadie y te amargarás, te alejarás de tu entorno, te volverás malhumorada y cometerás los peores errores de tu vida, esos que te atormentan por siempre. Hasta que encuentres a alguien que, con solo mirarlo, te haga sentir que tu corazón puede ser reparado». ¡Cuánta razón tenía! Aunque dudo mucho poder encontrar esa persona... ¿Qué será de su vida? Hace casi dos años que no lo veo ni sé nada de él.

Desilusión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora