Capítulo 9

193 24 0
                                    



Inspiro profundo cerrando los ojos y retengo el aire para intentar calmar mi enojo y ansiedad, exhalo tan despacio que, cuando los abro, siento las piernas débiles. Ya recuperada la calma pongo mi mejor sonrisa y decido entrar con la frente en alto. Inspecciono con la mirada, pero no lo veo, me acerco hasta Laura y cuando me ve, su semblante se vuelve pálido. Algo anda mal de lo contrario no se hubiera puesto así. Como si se diera cuenta de que su cara es terrible, cambia rápidamente su sorpresa por una sonrisa amable, esa que ella dedica a todos los clientes.

-Hola Na... ¿Qué haces por acá?

-Hola Lau, ¿está Javi? -no respondo a su pregunta porque presiento que ya sabe.

No llega a contestar que Javier se hace presente, se coloca a mi lado, pero no me mira a los ojos. Toma mi brazo y me lleva hasta un rincón del local, donde no molestamos ni somos vistos. Me deshago de su agarre y cruzo los brazos, busco su mirada, pero no deja que nuestros ojos se encuentren.

-¡Perdón! -suplica- Me quedé dormido y cuando desperté era muy tarde.

-¿Ah sí? -levanto las cejas, incrédula y desconfiada. Finalmente me mira a los ojos y veo culpa, mucha culpa. Esto no me huele nada bien.

-Sí... salté de la cama y agarré la moto. Recorrí todo el camino que vos hacés hasta la estación de tren y justo cuando llegaba se iba uno-demasiada verborragia para mi gusto. Una alerta se enciende en mi mente y genera una copia de su actitud-. Doblé en contramano y empecé a seguir el tren hasta que llegué a General Paz y ya no pude seguirlo más. Di la vuelta y vine a trabajar.

-¿Y por qué será que no te creo?

-Perdóname... te juro que es verdad -toma mis manos, intento quitarlas, pero no me deja. Las agarra más fuerte, evitando que pueda soltarme-. Mirame por favor.

Levanto la cabeza y lo miro: esos ojos negros pueden mover montañas. Frunce los labios y pone cara de súplica, eso termina por derretirme. ¡Ay Nadia, estás perdida! No le hago caso a mi conciencia porque la última vez que lo hice me salió mal. Por el momento elijo creerle porque me siento mejor haciendo de cuenta que todo está bien.

-¿Por qué no me dijiste que ya habías vuelto a esta sucursal?

-Pensaba decírtelo hoy cuando nos encontráramos... pero no pudimos vernos.

No le reclamo nada y empezamos a hablar de lo que haremos en la noche. Sabri se encargó de reservar una mesa en Sunset, una disco situada en Olivos, para comer unas pizzas y luego quedarnos a bailar. Volvemos donde Laura y le comentamos los planes para esta noche. Como por telepatía Cristian aparece y se une a la conversación. Una vez arreglada la hora y el lugar de encuentro, me voy a casa de Tomás.

-¿Le aviso a Pantera o no da?

-No se... no quiero que se me junte el ganado -reímos a carcajadas. Sé cómo es Pantera y confío completamente en él, pero tengo miedo de mí y de Javier. Conozco sus celos y temo que se dé cuenta de algo-. ¿Vos pensás que lo puedo invitar?

-Mmm... no sé -rasca su barbilla y busca la respuesta a mi pregunta-. Como poder, podés. El tema es cómo se van a sentir ustedes.

Estoy en un dilema. La realidad es que me gustaría mucho que Pantera viniera esta noche a celebrar conmigo porque él es muy importante para mí, más allá de lo que pasó entre nosotros, pero también quiero estar tranquila y disfrutar de la salida con Javier. Mi corazón me pide a los dos esta noche y mi cabeza me dice que estoy loca. Voy a hacerle caso a mi corazón una vez más...

-Invitalo, yo confío en Pantera y sé que todo va a estar bien.

-Bueno... para mí mejor así me lleva y me trae en su auto -ríe.

Desilusión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora