Capítulo 30

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—¡Nadia! —golpean— ¡Abrí la puerta por favor!

¿Mmm? Escucho una voz masculina a los lejos, muy lejos. ¿Estoy soñando?

—¡Muñeca, vamos!

¡Mierda! Es Javier, pero... ¿qué hace acá? Me levanto de la cama como puedo, me siento mareada. Abro la puerta de mi habitación y lo veo apoyado en el marco con cara de preocupado.

—¿Cómo entraste? —me deslizo hacia el costado para dejarle libre la entrada.

—Es un hotel familiar, sólo dije tu nombre y me indicaron que tu habitación es esta —entra y observa todo el lugar, el poco lugar que tengo.

—Lo siento, no es un hotel cinco estrellas, pero por lo menos tengo paz —cierro la puerta y quito el bolso de la silla. Con lo cansada y dolorida que estaba no pude ordenarlo.

—¿Te sentís bien? —frunce el ceño—. Estás pálida.

—Me siento un poco mareada —toco mi frente—. ¿Qué hora es?

—Casi las dos de la tarde —se sienta—. ¿Anoche comiste?

—No, dormí desde la última vez que hablamos.

—Ya vuelvo —agarra mi llave y se va sin explicar nada.

Apoyo los brazos en la mesa y descanso mi cabeza sobre ellos. Dios, ¡qué mareo! Ahora que recuerdo... no he comido nada desde ayer a la mañana. Seguramente fue a comprar algo para alimentarte. Seguramente.

Aprovecho su ausencia para ordenar mis cosas. Separo la ropa sucia de la limpia, guardo el bolso, tiendo la cama y me lavo la cara en el baño. Tuve la suerte de alquilar una habitación con baño privado, eso sí, la cocina es compartida. Compartida con las demás personas que viven en este "hotel" y con las cucarachas, ellas también son huéspedes.

Me recuesto en la cama. Espero que no se demore, mi estómago está enojado por no haberlo alimentado en todo un día. Reviso mi teléfono y tengo 58 llamadas perdidas, todas de Javier. Prácticamente tenía una llamada cada veinte minutos. Sonrío imaginando la furia que debe haber sentido, no le agrada nada que no conteste sus llamados, se pone como loco. También tengo varios mensajes de texto, pero sólo uno llama mi atención:

PANTI miércoles 17:56

Espero que no te hayas olvidado

d la pastilla, bsos

¿Miércoles? ¿Por qué no leí este mensaje antes? ¿De qué pastilla habla? Debe haber sido para su hermana y se equivocó al mandar el mensaje. No leíste el mensaje porque, uno: desde que te arreglaste con Javier Pantera no existe, dos: no usaste el teléfono en todo el fin de semana salvo para llamar a Nati y tres: desde que llegaste no hiciste otra cosa más que dormir. No había advertido que en todos estos días casi no toqué el móvil. Vuelvo a mirar la pantalla y veo que es lunes, tampoco había reparado en eso. Por suerte mi espalda ya no duele y mañana podré ir a trabajar. Mejor me saco la duda sobre las pastillas y le pregunto a qué se refiere.

—Volví —la puerta se abre de repente y me sobresalto, mi mensaje tendrá que esperar—. Traje una pizza, vamos a comer.

Eso era lo que necesitaba: comer. Después de almorzar recuperé la fuerza, el ánimo y las ganas.

—¡Estaba riquísima! —digo chupándome los dedos.

—¿No me digas? ¡te comiste casi toda la pizza vos sola! —levanta los restos y los tira en la basura—. ¿Vamos a tomar un helado?

Desilusión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora