Capítulo 34

181 24 37
                                    



-Ya no nos vamos a ver tan seguido -acaricia mi brazo con la yema de los dedos mientras yo juego con el vello de sus pectorales. Tengo la cabeza apoyada en su pecho escuchando los latidos de su corazón, ese sonido me provoca calma, sosiego-, es una lástima que me hayan cambiado de objetivo.

Ya no trabajará más en la veterinaria, ahora le asignaron la guarda de un edificio en Barrio Norte y su horario va en contra del mío.

-¿No te pueden cambiar de horario? -pregunto dándole tiernos besos en el pecho-. Por la mañana sería ideal, no entiendo el motivo de cuidar un edificio de oficinas por la noche. Si tiene persianas y está completamente cerrado, como vos decís, ¿por qué deberías vigilarlo?

-Es trabajo, muñeca -se remueve en la cama para quedar frente a mí y posa sus labios en los míos-. Tengo que hacerlo porque está todo mal, si se vuelven a atrasar con el pago me voy o tal vez me echen, no sé -suspira pesadamente-. Esta empresa es una mierda: pagan poco, siempre se atrasan y te cambian de objetivo cada dos por tres, además estamos todos en negro y yo necesito la cobertura médica para Kevin.

-¡Qué mal! -frunzo los labios. De pronto recordé sus palabras de hace tiempo atrás y se me ocurrió que ahora sería ideal cumplirlas-. ¿Y si vivimos juntos?

Me parecía una idea excelente teniendo en cuenta que hace cuatro años que estamos de novios, con idas y vueltas, pero cuatro años al fin. Mal que mal, los dos tenemos trabajo, aunque el mío es más estable que el de él y podemos dar ese paso tan importante que años atrás él mismo me propuso hacer más adelante. Creo que ese «más adelante» puede ser «ahora».

-Nadia... -siento todo su cuerpo tensarse. Se deshace de mi agarre con un poco de dificultad y hastío dejándome recostada desnuda sobre la cama sintiendo el frío que proporciona su lejanía. Lo veo desaparecer tras la puerta del baño. Una extraña sensación recorre mis venas y otra vez me siento desilusionada.

Hace días que lo noto raro y no estoy segura de cuál es el motivo. Por más que pregunté varias veces su respuesta siempre fue la misma: no me pasa nada, sólo estoy cansado.

Un presentimiento amarga mi alma, sé que no estamos bien, pero no sé por qué. Su humor había cambiado abismalmente desde aquella noche del 31 de diciembre, es como si ese día hubiera marcado un antes y un después en nuestra relación.

-¿Cuál es el problema? -pregunto cuando Javier sale del baño. Me siento en el borde de la cama cruzando los brazos-. Una vez me dijiste que podíamos hacerlo no entiendo el motivo de tu enojo. No tiene nada de malo, al contrario, podríamos vernos más seguido, Kevin podría quedarse con vos los fines de semana... -busco sus ojos, pero me los oculta-. ¿Por qué te enoja?

-No estoy enojado -musita. Comienza a vestirse y me alarmo cuando veo que junta sus cosas.

-Si no es así ¿por qué te vas? -mis ojos arden. No puedo creer que después de un momento tan íntimo todo se vaya a la mierda.

-Porque me quiero ir a mi casa -esa frialdad destruye un poco más mi corazón.

No quiere estar conmigo. Mi comentario le molestó tanto que ya no quiere compartir la noche y eso es algo que no puedo permitir.

-No te vayas, amor -suplico, me acerco para abrazarlo, pero gira su cuerpo y me da la espalda. No le hago caso a ese gesto. Acaricio su columna tratando de aliviar su malestar-. Fue sólo una pregunta nada más, de todas formas, es algo natural en las parejas ¿sabes? Es normal que quiera un poco más ¿vos no querés?

-No estoy de humor, Nadia. Mejor dejá que me vaya -su mirada de culpa oculta algo.

Ya se había vuelto costumbre que, ante un comentario desagradable para él, no así para mí, se transformara por completo y sacara a relucir lo peor de sí. No me quedaba otra que esperar a que se le pase, lo que últimamente, demoraba más de normal.

Desilusión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora