Desilusión ©

Capítulo 28

-Arriba, bonita -siento que me zamarrean-. Tu teléfono no deja de sonar.

-Mmm -no puedo abrir los ojos-. ¿Qué hora es? -arrastro las letras porque me cuesta articular las palabras.

-Las doce, bella durmiente -abro los ojos de golpe.

-¿Qué? -me levanto de un salto y corro por todos lados buscando mi ropa-. ¡Mi vieja me va a matar!

-¿Buscas esto? -en una mano tiene mi remera de tirantes celeste y en la otra mi pollera de jean.

-Por favor dame mi ropa, me tengo que ir -suplico.

-Tu mamá sabe que estás acá, no te preocupes.

-¿Cómo?

-La verdad es que dormías tan tranquila que me dio pena despertarte, fui a tu casa y le expliqué a tu mamá lo que pasó

-¿QUE? -¿Cómo puede ser que le haya contado? Lo mato, juro que lo mato.

-Tranquila gatita, no me muestres las garras -levanta las manos y ríe-. No le conté nada, sólo le dije que se pelearon y que viniste a mi casa.

-Ah... está bien -suspiro pesadamente.

-Toma -deja mi ropa en la cama mientras yo tomo mi cabeza con las manos.

-Dios, mi vida apesta.

-La vida en sí apesta -se sienta en el borde de la cama.

-Tu vida es maravillosa en comparación con la mía -refunfuño mientras me saco su remera.

-¿Con que mi vida es maravillosa? -se levanta de la cama y se apoya en el marco de la puerta-. A ver... ¿por dónde empiezo? -apoya dos dedos en su barbilla-. Estoy profundamente enamorado de una chica que no me ama, tengo que verla sufrir por un imbécil que la lastima, mi trabajo es monótono y me aburre, quiero llegar a ser famoso con la música pero será imposible, mis padres me exigen que tenga una relación con una mujer que ni siquiera me gusta físicamente, la idiota de mi ex me persigue sin descanso y ya casi no veo a mis amigos porque están de novios o tienen hijos. ¿Sigo?

Me quedo estupefacta. No pensé que la pasara tan mal, aunque en realidad pienso que exagera.

-¿Cómo es eso que quieren tus padres?

-¿Te vas a quedar en ropa interior más tiempo? -me mira pervertido-. Si permaneces así no voy a poder seguir hablando.

Su forma de mirarme provoca un escalofrío en mi vientre. No tengo nada que perder, mi novio me engañó y tengo delante de mí un morocho impresionante que me contempla con lujuria y además me quiere. Decidido: me lanzo a sus brazos. Paso mi lengua por mis labios y emprendo la marcha hasta él, pero en ese mismo instante suena otra vez mi teléfono.

-¡Que móvil inoportuno! -se dio cuenta de mis intenciones.

Miro la pantalla: Javier.

-¡Mierda!

-Atendelo -sale de la habitación.

-¿Qué querés? -digo furiosa.

-Por favor muñeca, hablemos.

-No tengo nada para decirte y tampoco quiero escucharte.

-No es lo que pensás, te juro.

-Ahora no puedo hablar, tengo algo más importante que hacer.

Cuelgo la llamada y tiro el teléfono en la cama. Voy a hacer lo que Nati siempre me dice que haga: disfrutar de mis períodos de soltería.

Me quito la ropa interior y me coloco nuevamente su remera. Salgo de la habitación y lo veo en la cocina con las dos manos apoyadas en la encimera y la cabeza baja. Sin hacer ruido descanso mi espalda en el marco de la puerta y lo observo. Está pensando algo y creo saber qué es.