Capítulo 35

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—Hoy hago doble turno, saldré a las ocho de la noche —comienzo a jugar con un mechón de cabello.

Te paso a buscar por el super entonces.

—Se dieron vuelta las cosas ¿viste? Ahora sos vos el que me pasa a buscar.

La vida es un espiral —ríe.

Me despido de Javier y corto la llamada. Tomo mis cosas y no encuentro mi pantalón. Veo que mi mamá está lavando la ropa y el enojo comienza a crecer en mí.

—¡Mamá! —grito para llamarla.

—¿Qué pasa? —pregunta cuando llega a la puerta de mi habitación.

—¿Dónde está el pantalón del uniforme? —la increpo con los brazos en mi cadera.

—Lavado, ¿dónde va a estar? —contesta como si nada.

El frágil buen humor que tenía se esfumó por completo. Todos los fines de semana me hace lo mismo, me deja sin uniforme porque se le ocurre lavar los dos conjuntos que tengo. No se le ocurre que tal vez necesite uno para trabajar. No, ella piensa que sólo los tengo por hobby. No los lava el día que tengo franco, los lava cuando los necesito. Simplemente entra en mi habitación y se los lleva, ni siquiera se fija si están sucios. Varias veces los lavó y ya estaban limpios. ¡Me desquicia!

—Pero mamá ¿no entendés? —estoy furiosa—. Siempre me hacés lo mismo ¿cómo es posible?, ¿ahora qué me pongo?

—No sabía... —se acongoja. ¡Cretina!

—¿Cómo no vas a saber si todos los sábados peleamos por lo mismo? —levanto la voz—. ¡Estoy harta de todo! Me voy a ir a la mierda, cuando vivía sola estaba mejor.

—¡Yo no tengo por qué andar aguantando tus gritos, tu mal humor y tus contestaciones! —encamina su marcha hacia el lavadero—. Si te querés ir andate. Sos una desagradecida, deberías darme las gracias por lavar tu ropa.

Subí a la terraza y por suerte, uno de los uniformes está casi seco. Lo guardo en mi mochila y me voy a trabajar no sin antes dar un tremendo portazo.

No es que sea desagradecida, pero parece que lo hace a propósito. ¡No me puede dejar sin uniforme!

Llego al trabajo y ni bien ingreso me invade el ambiente festivo. Camino hasta la zona del personal cruzándome con mis compañeros. Listo. Ahora estoy de humor otra vez.

Trabajar doble turno implica tener un descanso de dos horas y eso es malo si después del almuerzo no tenés nada que hacer. Ese era mi caso. Decidí caminar hasta la Avenida Cabildo y terminé gastando la plata que llevaba en un par de sandalias, si sabía que las vidrieras iban a tentarme no llevaba la billetera.

Al regresar me encuentro con otra "cartita" debajo de la caja, miro hacia la puerta y Fede me guiña un ojo. No puedo hacer más que sonreír, este hombre tan simpático me tiene fascinada. Con una pequeña nota es capaz de sacarme una sonrisa que no se borra en todo el día.

"No sé qué hiciste conmigo... te extraño y no lo puedo controlar"

Mi risa alerta a Irma, mi compañera que hoy está en la caja rápida. La ignoro y vuelvo a llevar mis ojos hacia la entrada. Fede está revisando la cartera de una mujer que se dispone a salir del local sin comprar.

Prevención es lo que comúnmente se llama seguridad. Aquí en Coto a ese sector se le llama "Prevención de Pérdidas". Es por eso que la situación que observo es completamente normal para mí. No sólo revisan las carteras, bolsos y mochilas de los clientes, sino que también lo hacen con nosotros.

Desilusión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora