Capítulo 18

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Tres meses después


—Pensé que nunca terminaría de escribir, me siento exhausta —caigo rendida en el banco del parque.

—¡Fue terrible! Menos mal que ya no nos queda nada por rendir —Sabri apoya los codos sobre la mesa y se tapa la cara con las manos.

Gracias a ella pude rendir las materias que, pensé, tendría que recursar. Me costó mucho tiempo ponerme al día, pero finalmente lo logré. Esperamos a Marcelo mientras tomamos mate.

—Amores míos, en dos semanas nos dan las notas.

—¿O sea que tengo que volver? —no pensaba pisar este lugar nunca más.

—No, princesita. Yo tengo que venir sí o sí, si querés traigo tu libreta para que la firmen —Marce le quita el mate a Sabri.

—¿Harías eso por mí?

—¡Claro!

—¡Te amo! —me cuelgo de su cuello y lo abrazo mientras Sabri se mata de risa.

—Es una lástima que te cambies de sede —ella se acongoja.

Lamentablemente es mejor para mí seguir la carrera en la sede de Avenida Córdoba, en Capital Federal, lo que significa que dejaré de verlos. Es triste cuando la vida te lleva por caminos diferentes y te separa de personas tan queridas. Seguramente nos volvamos a ver, pero ya no compartiremos nuestra cotidianeidad.

—Tenemos que salir. Que sea mi despedida.

—¡Buenísima idea!

—Yo me apunto —dice Marce.

Pasamos un rato largo tomando mate y charlando en el parque de la universidad.

Vuelvo a casa y me tumbo en la cama, necesito dormir por lo menos dos días seguidos para recuperarme. No salí, no vi a Javier, no vi a Pantera, no vi a nadie. Estuve casi un mes metida en casa, quemándome las pestañas día y noche para llegar a hoy. Todavía me falta mucho, cuatro años específicamente, pero después de tanto padecer me merezco un poco de descanso.

—¿Cómo te fue? —se sienta en el borde de mi cama y me acaricia una pierna.

—Muy bien, ma, me fue bien. Me merezco salir.

—¿Otra vez con eso? —se levanta de la cama de un salto y se va a la cocina.

—Me lo merezco. ¡Estuve un mes entero encerrada estudiando hasta el hartazgo! —estoy furiosa.

¿Cómo puede ser que no me deje salir? Hice todo lo que me pidió, la ayudé con las tareas de la casa, cuidé a mis hermanas, me pasé noches en vela leyendo apuntes, haciendo ejercicios de matemática y ¿ahora me dice que no voy a salir? ¡Ah no! Basta, se terminó. Es hora de partir de este lugar y empezar a forjar mi propio destino. En estos tres meses no hubo un día que no haya hecho un escándalo cuando hablaba por teléfono con Javier. No podía verlo porque estudiaba, ¿tampoco podía hablar por teléfono con él? Demasiada paciencia me tuvo Javier hasta ahora, además estoy desesperada por verlo, por besarlo, por sentirlo dentro de mí. Voy a salir igual le guste o no. Ya tengo dieciocho años, ¡que no me rompa más las pelotas!

—Lo voy a pensar —dice impasible.

—¡No es necesario que lo pienses porque voy a salir igual! —grito mientras la sigo.

—¡No me levantes la voz, maleducada! —listo. Estamos sacadísimas las dos, esto va a terminar muy mal.

Me aguanté todo este tiempo porque me importa mi futuro, porque establecí prioridades y la universidad está por encima de todo, pero ya no. Ahora no tiene excusas para castigarme, para no dejarme salir.

Desilusión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora