Capítulo 33

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31 de diciembre por la mañana y yo todavía no compré el regalo de Javier, como no nos vimos en Navidad se lo quiero dar hoy. ¡No se me ocurre nada! Todo lo que está a mi alcance ya lo tiene y no soy creativa como para pensar en algo súper original para regalarle. Termino por caer en una tienda de ropa y le compro una remera, prefiero darle algo que seguramente use, aunque tenga bastantes, a darle algo que no le guste o peor, no darle nada por no encontrar el regalo perfecto. Llego a la casa de mi madre y me preparo algo de comer. Momentáneamente estoy aquí porque ella no está y me pidió que se la cuide.

Termino de almorzar y empiezo a decidir la vestimenta para hoy a la noche. Javier me va a llevar a La Cantina de mi Tío, un restaurante que se encuentra en olivos y que hoy ofrece una cena show para recibir el año. La verdad es que me siento bastante nerviosa, es la primera vez que paso una fiesta con él y es la primera vez que paso una fiesta sin mi familia. Esto último es lo que me tiene más inquieta.

Dormí una siesta y ahora estoy como nueva. Será mejor que empiece a prepararme, no quiero estar a las corridas y sólo tengo dos horas. Decido vestirme cómoda con una remera negra y un short de jean, sandalias negras y accesorios combinando. Esfumo mis ojos, los delineo y aplico máscara en las pestañas, pinto mis labios de rojo, plancho mi cabello y me coloco perfume. Me miro al espejo y me enamoro de la imagen que me devuelve, estoy impresionante.

Por primera vez es puntual y llega a la hora establecida. Salgo de casa y cuando me ve se le cae la mandíbula.

-No podés estar más linda, mi amor -susurra en mi oído y luego llena sus pulmones de mi aroma.

-Vos también estás precioso -y lo estaba. Se había puesto un pantalón negro y una camisa azul tornasolado, tenía las mangas arremangadas y su cabello negro brillaba.

Todo en él me encandilaba, tuve que buscar fuerzas en lo profundo de mi ser para no tirármele encima y pedirle que me haga suya sobre el capó del remís.

-Tengo una sorpresa pensada para hoy, te lo voy a dar cuando sean las doce -me abre la puerta del auto haciendo uso de una galantería que no tiene, pero algo trama, de lo contrario no estaría haciendo estas cosas.

Me gustan las sorpresas, pero no me gusta esperar por ellas. Prefiero que inmediatamente después de anunciarme que van a darme una sorpresa, lo hagan. De nada sirvieron los intentos por tratar de sacarle información, no tengo más remedio que esperar.

Al llegar, se anuncia con la recepcionista y esperamos a que el mozo nos lleve a nuestra mesa. Pesqué a la trabajadora mordiéndose el labio al ver a mi novio y le dediqué una mirada que decía "es mío, zorra". Nos acomodamos en nuestra mesa y disfrutamos de los aperitivos que teníamos disponibles.

-La intriga me está matando, necesito que me digas algo -suplico. Mi ansiedad lo divertía, negaba con la cabeza riéndose de mí.

-Sólo tenés que esperar dos horas -toma mi mano-. Por más que insistas no te lo voy a dar ahora.

-¿No me lo vas a dar? -frunzo el ceño-. Entonces es algo masculino... ¿un collar?... ¡Un anillo!

-No pienso decir nada hasta las doce, no me hagas enojar -suelta mi mano con brusquedad.

Su tono de voz me dejó en claro que no debía seguir preguntando. Últimamente estaba muy mandón, tiene poca paciencia. No me gusta que hable así, no es necesario que se enoje, de todas formas, iba a esperar.

No importa cuánto intente cambiar de expresión, el haberme hablado así provocó que mi ánimo cambiara en una fracción de segundo. Ya no me sentía tan feliz.

-Ya vengo -anuncio mientras me levanto de la mesa.

-¿Dónde vas? -me toma del brazo con una fuerza mayor a la que me hubiera gustado soportar.

Desilusión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora