Capítulo 31

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-Estás muy alcoholizada ni loco te dejo ir así -Martín se interpone en mi camino.

-Es verdad, mírate -me toma de los hombros y me sacude un poco-. ¿Estás loca?

-¿Todavía no te diste cuenta, Mariela? -cierro los ojos y levanto los brazos, salto y giro varias veces en mi lugar-. ¡Soy una lunática! -grito como tal.

Natasha me observa apenada, ella sabe que todo esto es una especie de defensa, de protección.

-Hagamos una cosa -me abraza mientras nos conducimos a la salida de la disco-: quédate a dormir en casa y cuando despiertes, lo vas a buscar.

-Necesito verlo ahora, Nati -me quejo haciendo un berrinche de niña pequeña.

-¡No seas caprichosa! -claramente le molesta todo esto, Martín no es un hombre con mucha paciencia.

-Nati tiene razón, si yo fuera ese Pantera, te saco a patadas si te apareces en este estado en mi casa -me carga en sus hombros como si fuera una bolsa de papas mientras chillo-. No insistas, no te dejaremos ir.

-¡Chelo, bájame ya! -grito.

No me contesta. Escucho a todos reírse de mí, los escucho cada vez más lejos. Al cabo de unos segundos pierdo la conciencia.

Despierto por el delicioso aroma que inunda el lugar, es realmente placentero. Ojeo rápidamente la habitación y descubro que estoy en la casa de Mariela. Intento ponerme de pie, pero caigo en la cama por el fuerte dolor de cabeza que tengo. El olor a tabaco de mi pelo me revuelve el estómago, necesito un baño ya mismo.

-No mereces estar viva -Mari me señala con el dedo cuando me ve salir de su habitación.

-Mirá quién habla -contesto con sarcasmo.

-Vamos a comer, necesitás recuperarte.

¿Comer? ¿Comida? Unas ganas irrefrenables de vomitar vienen a mí cuando pienso en el almuerzo. Corro al baño y despido todo el alcohol que todavía permanecía en mi vientre. Enjuago mi boca y me lavo la cara. Ahora sí quiero comer.

Me devoré el plato de pastas como si fuera el último alimento sobre la faz de la tierra. Panza llena, corazón contento.

-¿Seguís queriendo ir a la casa de tu gatito?

-¿Gatito? -no entiendo a qué se refiere.

-Sí, el gatito negro -se seca las manos después de haber terminado de lavar los platos.

-¿Pantera? -asiente con la cabeza y yo río por la ocurrencia de mi amiga-. Quiero ir, pero quedé en pasar la tarde con mis hermanas -recordé el mensaje que él me había mandado-. Voy a escribirle, tal vez lo pueda ver un rato a la noche.

Voy hasta el cuarto de mi amiga y busco mi móvil en la cartera. No tengo batería. Lo enchufo a su cargador y espero hasta que se prenda, busco su último mensaje y lo respondo.

YO 15:07

Estas?

PANTI 15:08

Si, ocupado.

Qué raro... nunca me responde de esa manera. ¿Estará enojado?

YO 15:08

Puedo hacerte una pregunta?

o preferís q no t molest?

PANTI 15:09

A la noche t llamo

Me quedo tildada observando su respuesta, nunca me evadió. Debe estar con una chica, no lo molestes. ¡Es verdad! Nunca tengo presente que es un hombre soltero, puede estar con alguien y yo acá fastidiándolo.

Desilusión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora