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Esa noche me quedé con una sensación extraña. Comencé a leer el libro, pero me costaba concentrarme. Había visto otra cara de Vanessa, una que no recordaba haber visto antes. La sentí muy sola. Hice cálculos mentales, Vanessa tenía 40 años. No sabía mucho de su pasado, pero estaba claro que le costaba llevar una relación. ¿Habría estado con otras mujeres después de mí o yo habría sido la única? Sabía que no había habido otras antes... bueno, eso me había dicho. Tampoco me cerraba porque me podría haberme elegido a mí para ser la primera y encima después desaparecer así. No entendía nada. Me dieron muchas ganas de hablar con ella, de saber un poco más de sus sentimientos, de ayudarla quizá. ¿Y si era eso lo que necesitaba para por fin olvidarme de ella? Entender. De algo estaba segura: no me gustaba verla triste y su sonrisa me seguía volviendo loca. Mal y mal de nuevo. Me esforcé por concentrarme y correr mis pensamientos a otra cosa.



Estaba saliendo de una de las clases en las que hacía suplencia cuando Vanessa vino a mi encuentro.

-Kiara, quería agradecerte por tomar estas horas, fue repentino y la verdad no sabía a quien llamar.

-No es nada, lo importante es que los chicos no pierdan su clase.- ella sonrió ante mi comentario, pero no dijo nada. Estaba a punto de seguir mi camino cuando habló de nuevo.

-Te tengo una propuesta.- soltó. Mi cara de desconcierto debe haber sido muy evidente porque enseguida agregó.- totalmente profesional.

-Te escucho... -aunque no estaba muy segura.

-Estoy preparando unos trabajos para exponer en un Congreso sobre educación y literatura. Me gustaría que participaras... es decir, si querés... Yo tengo algunos proyectos empezados que podríamos trabajar...

-Vanessa. -la corté. – Me encantaría trabajar con vos en eso, en cualquier proyecto, pero no sé si debería. No sé si me haría bien.

-Entiendo. No hace falta que hagamos algo juntas, pero sería genial que pudieras exponer...

-Tampoco sé si tengo suficiente para preparar algo así, tendría que ver con las fechas de exámenes y...

-Si te mando toda la información por mail, ¿me prometés que lo vas a pensar?

Si pudiera describir su cara y todo lo que me produjo la forma en que me miró cuando dijo eso, lo haría, pero es imposible. Y es que sencillamente la propuesta me encantaba. Si bien era cierto que no tenía mucho tiempo, me ilusionaba trabajar con ella como antes. Pero eso significaba hacer como que no había pasado nada y era algo que no podía admitir. Sabía que si me acercaba más de la cuenta me iba a volver a enamorar, si es que no lo estaba aún.

-Lo voy a pensar, sí, pero no te prometo nada.

-¡Gracias! – me dedicó una sonrisa que me dejó atontada y se fue.

Más tarde le conté a Laura sobre la propuesta de Vanessa. Obviamente se mostró indignadísima.

-¿Cómo se lo ocurre proponerte trabajar juntas después de lo que hizo? Esa mujer no tiene cara.

-No sé, Lau. Encima quiero, pero sé que no debo.

-¡Ni se te ocurra! Esa no se merece ni un granito de tu ayuda. Ella sabe que si insiste te puede convencer, ni te le acerques.

-Ya le aclaré que no quiero saber nada.

-Sí, pero se nota a años luz que todavía te gusta. Esa mujer te puede Kiara, si el otro día cuando Marcela se estuvo quejando de ella casi le saltás a la yugular. No soportás que hablen mal de Vanessa ni aunque se lo merezca.

Laura tenía razón. Aunque yo estaba convencida de que en ese caso la equivocada era Marcela que se había retrasado en la entrega de las notas de los alumnos y por eso se había tenido que aguantar los reclamos de Vanessa, lo demás era verdad.




Unos días después me animé y volví a preguntarle.

-Kiara. – estaba a punto de entrar a su siguiente clase pero se detuvo ante mi llamado.- ¿Pudiste ver lo que te dije el otro día?

-Vanessa, no, mirá, de verdad, es muy complicado para mi ahora, no puedo comprometerme a eso. Pero te agradezco.- estaba por entrar al aula pero la detuve tomándola del brazo.

-¿Puedo invitarte un café por lo menos? – No sabía en qué estaba pensando, la pregunta salió de mi boca, así como la idea había venido a mi mente, como en un acto de desesperación. Ella se quedó mirando mi mano aún en su brazo. La solté – Perdón.

Me miró por un momento y entró al aula sin decir nada.



¿Qué acababa de pasar? Me costó mucho concentrarme en la clase, estuve perdida la mayor parte del tiempo. Los alumnos lo notaron y hasta se rieron de mis distracciones. Todo culpa de Vanessa y su repentina invitación. Esa mujer no entendía que no quería saber más nada con ella, pero lo peor era que empezaba a gustarme que me buscara. Sí, quería ese café.

Salí de clase y fui directo a la dirección, sin golpear entré.

-¿Kiara? – Vanessa leía un libro, levantó la vista al escucharme entrar.

-Acepto el café.

-¿Si? Creí que te había molestado mi pregunta.

-Sí, me molestó... me sorprendió más que nada, supongo que no lo esperaba, pero me gustaría que me contaras un poco del proyecto, aunque no pueda participar me interesa.- inventé esa excusa, no podría confesar que quería ir a tomar un café por el simple hecho de estar con ella.

-Bueno, genial, sí... hoy no puedo, pero... ¿Te parece mañana después de clase?

-Perfecto. – sentí mi corazón latir más rápido. Sabía que iba a caer de nuevo, no tenía que acercarme a ella, pero no podía evitarlo, estaba buscando la excusa para darle una nueva oportunidad, si solo me lo pidiera...

-Bien, entonces hasta mañana. – volvió la vista al libro.

-Hasta mañana. – le contesté y me fui.

Al día siguiente la esperé en la puerta de la escuela cuando terminaron las clases. Salió unos diez minutos después que yo, caminaba apurada y casi ni me vio cuando pasó a mi lado.

-Kiara, lo siento, tengo que irme. Me surgió... algo. – Retrocedió unos pasos para hablarme. – Nos vemos mañana.

No me dio tiempo a decir nada. La vi subir a su auto e irse. Me sentí una estúpida de nuevo. Los ojos se me llenaron de lágrimas, estaba enfadada conmigo misma. Me fui a casa y me encerré a ver televisión. Tenía cosas que hacer pero no me sentía con ganas de nada. Decidí que ya era suficiente, iba a hacerle caso Laura, no más Vanessa, no más buena onda, no más charlas amistosas. Sólo me había cancelado un café y yo había sentido como si me rompiera el corazón otra vez. Seguía perdida por ella, no sabía que le habría pasado hoy, quizá se había arrepentido de nuevo, lo que fuera, daba igual, ella no era para mí, no me hacía bien. No le conté a Laura nada de lo que había pasado, sabía lo que me iba a decir y tendría razón.



<<Volví de las vacaciones así que voy a seguir subiendo, gracias a todos los que leen :) >>

Tramposo DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora