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Regresar del viaje para mí no fue fácil. Quería quedarme en la tranquilidad de los cerros con Kiara para siempre. Inevitablemente empecé a planear nuestras próximas vacaciones, había tantos lugares a los que quería llevarla, tantos lugares que quería mostrarle, tantos que quería conocer de su mano. Volver a trabajar no me emocionaba en lo más mínimo, pero todavía teníamos un fin de semana antes de regresar a las clases y quería aprovecharlo, aunque no estaba segura de cómo.

El viernes por la noche ya estábamos de regreso y nos quedamos en mi departamento. Kiara parecía estar algo melancólica, no había dicho mucho en el viaje ni había querido cenar, simplemente se sentó frente a la tele a leer.

La dejé, sabía que a veces necesitaba esos momentos a solas, lo había entendido después de la primera vez que lo había hecho. En realidad, la primera vez primero había entrado en crisis, creía que había hecho algo malo, no sabía cómo acercarme a ella y finalmente se lo dije. Me sentí una estúpida después de eso. Kiara me tranquilizó explicándome que a veces necesitaba esos momentos y que no debía preocuparme, si pasaba algo ella me lo diría. Yo era la idiota que cuando había tenido miedo había huido.

Así que simplemente tomé mi computadora y empecé a buscar algo para hacer el fin de semana. Encontré un bar que llamó mi atención. De hecho, era más un lugar para cenar, con esas comidas raras que estaban de moda, uno más de todos los que hay de ese estilo, excepto por una cosa: tenía una noche LGBT+. Leí más sobre el tema. El primer domingo de cada mes invitaban a la comunidad a comer, entre amigos o en pareja, asegurándoles así que ninguno sería molestado. Me pareció que tenía sentido, yo no había conocido muchos lugares para gays acá. Sí en Europa con Tatiana, pero eso era otra cosa. Acá tanto con ella como con Kiara había salido a cenar, pero no bares ni lugares de ese estilo, ya estaba grande para esas cosas. Pero esto me interesaba, era un lugar como cualquier otro, pero a la vez no.

Miré a Kiara que seguía con su libro sin prestarle ningún tipo de atención a la tele. Pensé que era un poco fastidioso que prendiera la tele si no iba a verla, pero cuando tenía esos momentos prefería no molestarla, si quería ver tele podía ir a la habitación. No le dije nada del bar, si le preguntara en ese momento me diría que no, lo sabía.

-Voy a dormir.- le dije acercándome y acaricié su pelo.

Kiara me miró algo desconcertada, parecía cansada.

-¿Qué hora es?

-Las once y media.

Miró de nuevo su libro, acomodó el señalador y lo cerró.

-Voy con vos.- se puso de pie y me abrazó.

-¿Estás bien?

-Sí, vamos.

Nos cambiamos en silencio, ella tomó unos de mis pijamas. Le quedaba algo grande, pero decía que le gustaba y, honestamente, a mí también me gustaba como le quedaba. Me gustaba que usara mi ropa, en especial mis camisas, y sobre todo cuando usaba SOLO mis camisas. La miré cambiarse y una vez más me pregunté cómo había vivido sin ella tanto tiempo.

Cuando nos metimos en la cama se acercó a mí y me abrazó por la cintura, apoyando su cabeza en mi hombro. Enseguida la rodeé con mis brazos, había estado tan callada durante el día que de alguna forma la había extrañado.

-¿Estás bien?

-Sí, ya lo preguntaste.

-Es que estuviste rara hoy y sé que...

-Tranquila, es simplemente que no quiero volver a la rutina.

-Está bien.-suspiré.

Kiara se incorporó y me besó en la mejilla. Yo la miré.

-Tampoco quiero volver a la rutina.

-Te amo.

-Yo también te amo.- la besé suavemente.- Estaba pensando que podíamos hacer algo antes de volver definitivamente a la rutina.

-Tengo cosas que preparar para las clases de la semana...

-Lo sé, lo sé, solo pensaba en una cena, pero podemos verlo mañana.

-Está bien.

Volvió a acurrucarse en mi pecho y después de un largo rato pude finalmente quedarme dormida.

Cuando desperté Kiara no estaba en la cama. Me incorporé algo confusa, tratando de ubicarme. Estaba en casa, cierto. No más vacaciones, no más cerros y paisajes bonitos, enseguida el sonido del tren que pasaba cerca me lo recordó.

-Buenos días.- Kiara estaba en la puerta con una bandeja y el desayuno.

-Buen día.- la miré sentarse a mi lado y acomodar la bandeja sobre mis piernas.- ¿Y esto?

-Desayuno.- dijo y besó mi mejilla, parecía de mejor humor.- Es que ayer estuve muy distante, lo sé, y quería compensarte.

-Sabés que no hacía falta.

-Sí, bueno, tal vez no, pero aún así.

Se acomodó a mi lado cubriendo sus piernas con las mantas mientras yo observaba la bandeja. Había dos tazas con café, tostadas, galletitas dulces, queso untable, mermelada y dos vasos de jugo de naranja, todo lo que ella sabía que me gustaba. Sonreí por todo el detalle, solía ser yo la que se levantaba primero y preparaba el desayuno para ambas, cuando ella lo hacía era porque quería mimarme, o en este caso compensarme.

-Por cierto, anoche ibas a decirme de un lugar para ir a cenar... ¿Decías de ir hoy?

-No, mañana. Hoy me dijo mamá si queríamos cenar con ella, le dije que yo iba a ir pero no sabía si vos ibas a querer.- dije tomando mi taza y disfrutando del calor en mis manos.

-Claro, vayamos.

-¿Segura?

-Sí, Vane. Anoche solo me sentía así, pero ya está. Vayamos a cenar con tu mamá hoy, hace mucho que no la veo.

-Está bien.

-¿Y mañana a dónde querés ir?- Ella también tomó su taza.

Le conté lo que había leído sobre la noche LGBT+ mientras untaba una tostada para cada una. Kiara pareció interesada y decidimos ir al día siguiente.



Tener a alguien que te entienda, que te escuche, que te quiera...

Tramposo DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora