La fiesta fue un sábado caluroso, por lo que no estaba en mis planes salir de la pileta. Iríamos a almorzar y nos quedaríamos hasta el atardecer. Como ni Laura ni yo teníamos auto arreglamos para ir con otros compañeros, además así llegábamos más o menos todos juntos. Fuimos antes del mediodía para ayudar a preparar la comida y aprovechar mejor el día. Vanessa aun no había llegado y una hora después tampoco. Empecé a creer que finalmente no iría, pero alguien dijo que se había comunicado para avisar que llegaría más tarde y que no la esperáramos para comer. Me alegré imaginando que para esa hora ya habría tomado lo suficiente como para que no me importara su presencia.
Y así fue.
Cuando Vanessa hizo su aparición, yo me encontraba flotando en medio de la piscina con un vaso en la mano. Me observó durante unos segundos y pude sentir su mirada posarse en cada curva de mi cuerpo. Sus ojos se cruzaron con los míos, la atrapé observándome y ella lo sabía, pude notar su incomodidad. Le respondí con una sonrisa y un gesto con mi mano a modo de saludo. En mi pequeña isla flotante y con el pedo que tenía me sentía intocable.
Lo único que empezaba a preocuparme era la cantidad de alcohol que Laura seguía ingiriendo. Después de pelearse con quien era su novio desde los diecisiete y pasar por el duelo correspondiente, había vuelto a un estado de preocupante adolescencia. Ya lo había notado en nuestras últimas salidas, pero llegado fin de año parecía que la cosa había empeorado y ese día llegó a una especie de punto de inflexión del cual aún hoy nos reímos.
Para eso de las seis de la tarde y después de pasar todo el día al rayo del sol, me pidió que la acompañara al baño. En cuanto llegamos se desplomó en el piso abrazando al inodoro para vomitar todo lo que había ingerido ese día. No recordaba la última vez que había vivido una experiencia parecida, pero me sentí otra vez de dieciocho años y aunque sabía que mi pobre amiga no la estaba pasando nada bien no pude evitar reírme ante esta situación. Convengamos que yo tampoco estaba muy sobria que digamos. Me agaché a su lado para sostener su cabello hasta que vació su estómago.
-¿Está bien?- la voz de Vanessa me borró la sonrisa. Nos miraba desde el marco de la puerta con una mezcla de desconcierto y preocupación.
-Sí, solo tomó demasiado.
-Matenme.- se quejó Laura acostándose en el piso, luego me miró con súplica.- Necesito ir a casa.
-Sí, voy a pedir un taxi.
-Yo las llevo.- Intervino Vanessa.- Ningún taxi va a llevarlas con ella en ese estado.
No pude negarme, tenía toda la razón. Me ayudó a levantar a Laura y la metimos en su auto donde no tardó en quedarse dormida. Nos excusamos con los demás y nos fuimos.
El viaje fue por demás incómodo.
-¿Es que nunca había tomado o...
-Yo diría más bien que es una adolescencia tardía.
-Entiendo.- dijo Vanessa aunque creo que en realidad no entendía nada.
-¿Por qué llegaste tan tarde?- Solté antes de poder frenar a mi tonta curiosidad.
-Yo... tenía un almuerzo con mi madre y... bueno... en realidad no quería venir, así que preferí venir más tarde para no tener que quedarme tanto tiempo.
-O sea que llevarnos te venía perfecto para irte.
-Tampoco me molesta hacerlo. Sólo fue una casualidad.
-Claro, una conveniente casualidad.- yo y mi ebria ironía.
-¿Cuál es el problema ahora?
-¿Enserio me lo preguntás?
-¡Por favor, Kiara, no soy tan mala! Yo no emborraché a tu amiga para tener que llevarla, no necesito una excusa para irme de un lugar. Si tanto te molesto te hubieras quedado allá.
-¿Sabés qué? Dejá, no me des explicaciones ahora.- remarqué esa última palabra.
Sabía mejor que nadie que no necesitaba excusas para largarse, siempre hacía lo que quería y se salía con la suya.
Soltó un largo suspiro y no volvimos a hablar excepto por las indicaciones que le di para llegar a la casa de Laura.
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Tramposo Destino
RomanceKiara conoce a Vanessa como su profesora de la universidad pero todo entre ellas termina mal. El destino no se conforma con eso y vuelve a juntarlas. ¿Qué pasará esta vez?