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Subí a mi auto y rompí a llorar. Había arruinado todo otra vez. No debería haberla besado. Quería hacerlo ¿pero y Tatiana? Todo era confusión. Conduje a casa sin dejar de derramar lágrimas. El cielo se había nublado y empezaban a caer algunas gotas. No me gustaba la lluvia, me hacía sentir peor.

Una vez en casa encontré a Tatiana leyendo un libro.

-¿Y qué tal la fiesta?- habló sin mirarme.

No respondí.

-¡Ey!- levantó la vista.- ¡Joder, tía! ¿Qué te pasó?

Corrió hacia mí mientras yo me derrumbaba llorando en el suelo.

-Mi amor.- me abrazó con dulzura.

-Perdoname.-dije entre lágrimas. Me sentía mal por hacer besado a Kiara cuando se suponía que estaba con ella. Nunca le conté de ese beso, pero Tatiana sabía perfectamente quien era la causa de mis lágrimas.

-Tranquila. No tenés que pedirme perdón. No podemos elegir lo que sentimos. Sé que no es tu elección querer a esa chica. Así te conocí y así te quiero. Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que la olvides y puedas ser feliz.

Me dejé envolver en el amor que Tatiana me transmitía, era el único consuelo que tenía. Nos quedamos abrazadas largo rato, ahí en el suelo. Acarició mi pelo húmedo por la lluvia y cerré los ojos para escuchar los latidos de su corazón, apoyada en su pecho, arropada entre sus brazos. De a poco, el llanto cesó y la angustia fue reemplazada por el deseo. Comencé a besarla con desesperación. Ella correspondió cada uno de mis besos, luego me ayudó a ponerme de pie y sin dejar de besarnos, fuimos desnudándonos mutuamente hasta la habitación.

Hoy sé que la pasión con la que la hice el amor a Tatiana esa noche se debía al sentimiento de soledad que me invadía tras haber rechazado a Kiara, por el dolor que había visto en sus ojos, por haber vuelto a traicionar su confianza y a mis sentimientos. También sé que Tatiana lo hacía porque de verdad me amaba.





Entré al departamento de Laura con la sensación de no poder respirar. No lloraba, pero no porque no quisiera, simplemente no podía. La angustia me apretaba el pecho. Me arrodillé en medio de la sala jadeando, respiraba con fuerza, pensando cada inspiración porque sentía que si no me concentraba en eso simplemente me ahogaría.

Así me encontró Laura cuando salió del baño.

-¡Kiara! Tranquila, respirá, respirá.- puso su mano en mi espalda y comenzó a hacerme suaves caricias.- ¿Querés una bolsa?

-No, no, estoy bien.- sujeté fuerte su brazo. Su presencia empezaba a aliviar mi respiración. Lentamente pude empezar a llorar y ella me abrazó.

No era la primera vez que esto pasaba. Dos años atrás, en uno de los aniversarios de mi noche con Vanessa, tuve un ataque de angustia similar. Laura estaba ahí, fue quien me cuidó y ese día le conté toda la historia.

-¿Qué te hizo ahora?

-Me besó.

-¿Te besó?

-Yo la besé, ¡pero ella me correspondió! Y después... me dijo que estaba con alguien y... Yo ya lo sabía y me sentí una estúpida... ¡No sé por qué carajo la besé! No pude evitarlo y te juro que iba a perdonarle todo si... Pero ella está con esa mujer, no lo soporto ¡la odio!- abracé a Laura intentando controlar mi llanto, ya había tenido suficiente.

-Vení, vamos a acostarnos.- dijo cuando me notó más tranquila.

La seguí hasta su habitación y me tiré en la cama, empezaba a dolerme la cabeza. Pasar la tarde al sol, el alcohol y llorar desconsoladamente no eran una buena combinación.

-Voy a hacer café.

Asentí en silencio y cerré los ojos tratando en vano de aliviar el malestar.

Laura regresó unos minutos después con dos tazas y nos sentamos apoyadas en el respaldo de la cama a beber en silencio.

Laura lo rompió.

-Estoy cansada de verte llorar por esa mujer. Creo que todas las veces que te vi hacerlo fue por ella, de una o de otra forma.

Dejé mi café sin terminar en la mesa de luz que tenía a mi lado y me recosté apoyando la cabeza en su hombro.

-Gracias por todo, Lau, de verdad.

-Perdón por haberme emborrachado así y lograr que pasara todo lo que pasó.

-Tuvo su lado divertido verte borracha, fue como volver a la adolescencia. Por suerte empiezan las vacaciones y no tengo que ver a Vanessa hasta dentro de dos meses.-suspiré.

-Esa mujeres es un idiota.- Laura también dejó su taza.- No entiendo como alguien tan inteligente en su trabajo puede ser tan idiota para la vida.

Entendía perfectamente a que se refería, era algo que yo también me preguntaba.

-Te merecés algo mejor. No entiendo cómo no se da cuenta de la mujer que se está perdiendo. Ojalá yo encontrara a alguien como vos.- noté la tristeza en su voz.

-No soy tan grandiosa.- la abracé con ternura.- ya vas a encontrar a alguien mejor que yo.

-Sí lo sos.

-Vos sos la grandiosa acá.-acaricié su mejilla y sequé algunas lágrimas.

Laura me miró de una forma muy extraña, pero cuando me di cuenta de lo que significaba ya era tarde. Ella simplemente me besó.

Me paralicé. Estaba besando a mi mejor amiga, era una locura. Pero la locura sabía bien. Sus labios eran suaves y me besaban con un temor y cautela que me conmovió. Reaccioné y le devolví el beso para transmitirle seguridad. Error, porque con ese beso le estaba transmitiendo un montón de mensajes equivocados. Sin embargo, de eso mi iba a dar cuenta después, esa noche fui igual a Vanessa. Estaba dolida porque ella me había besado y luego se había ido con alguien más, seguramente estaría haciendo el amor con la pelirroja en ese mismo momento. Exploté ante esa idea. Pasé una pierna por encima de Laura y me senté en su regazo para seguir besándola. Sus manos se escurrieron por debajo de mi blusa.

-¿De verdad querés esto, Laura?- la miré a los ojos y se lo pregunté con total seriedad.

-Sí, quiero intentarlo.- su respuesta fue un susurro, pero me conformé con la primer palabra y seguí besándola. 

¿Ella quería saber como era estar con una mujer? Bueno, yo iba a mostrarle. Ya tendría tiempo de arrepentirme la mañana siguiente.

Tramposo DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora