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Grace

La última hora de la jornada de instituto era la más dura, según yo. No era porque los profesores fueran unos desalmados, sino porque era la hora más tediosa de todas. Estás a tan sólo cincuenta minutos de irte de la cárcel y ser libre por toda la tarde. Y era mucho peor cuando estábamos en Biología, con el señor Smith, el profesor más viejo y testarudo de todos.

Los de último año éramos los más “consentidos”, por así decirlo. Los de primero tenían que soportar ser los pequeños por un año entero, o diez meses, y los profesores se encargaban de que fuera ahí cuando aprendieran más. Nosotros sólo veíamos los últimos temas o repasos de cuando íbamos a segundo y tercero.

Las tareas llegaban a ser sencillas, así como nos podían dejar un reporte de cien páginas. Casi no hay exposiciones, no hay prácticas, porque básicamente las hicimos en tercero, las explicaciones no eran complicadas y nos dejaban hacer más o menos lo que quisieramos. Aunque me estoy contradiciendo, a Sean le dije que no hiciera nada estúpido, que obedeciera a los profesores y que no hablara. Pero nosotros nos la pasamos platicando la mayoría de la clase, de cualquier cosa.

Incluso casi me duermo la clase entera, y cuando me fije en la libreta de mi primo sólo había escrito una página y media. Estas son las ventajas de ser baja a comparación de mi compañero de enfrente a nuestra mesa, que mide un metro noventa, más o menos.

Ahora Sean y yo nos encontramos en su casa, en la cocina mientras mi tía habla sin parar de no-sé-qué, porque yo estaba concentrada en mi sopa de pollo que ella hizo porque Sam, mi otro primo menor, tiene gripe y la sopa, o caldo yo no sé, de pollo es buena. Quizás Sean llegue un día de estos enfermo, y él me contagiará porque siempre molesta cuando está así, no se tapa al estornudar y se acerca a todos más de lo necesario.

Son las cinco y ya había terminado mis tareas, no tengo nada que hacer, ni siquiera puedo ver en mi teléfono facebook, porque, vamos, soy invisible y sólo uso la aplicación para acosar famosos. Igual que twitter, instagram y snapchat.

Son estos momentos en los que me pongo a pensar que me doy cuenta de lo asocial que soy. Recuerdo que en el jardín de niños había una niña a la que le gustaba el rosa, en ese entonces mi color favorito también, y por arte de magia nos hicimos mejores amigas por insignificante cosa. Luego, un día llegó gritando de que era una ladrona porque le había quitado un lápiz de color. Estúpido, ¿no? Ahora que lo pienso, además de darme risa, nuestra amistad se basaba en que ella me pedía cualquier cosa, y yo lo cumplía. Incluso una vez mi mamá me había puesto mucha, demasiada, comida y la niñita esa me quitó un noventa por ciento de mi lonchera. En todo el día no comí más que una manzana, que fue lo único que me dejó y que si le hubieran gustado las frutas, de igual manera se la hubiese comido.

Luego en primaria era más de lo mismo, o peor todavía. Los otros niños siempre me vieron como un banco del cual sacar dinero, pero sin necesidad de pagar después de las miles de llamadas que hacen. Me robaban las cosas y yo nunca dije nada, porque así soy. No fue hasta que en octavo, con catorce años, decidí que no servía de nada tener amigos si te iban a tratar así.

Siempre fui la tímida de la familia, todos mis primos, incluso el pequeño de seis años, son unos expertos con lo que respecta la palabra social. A puras penas pude hablarle a los niños de primaria que se aprovecharon de mí, tartamudeaba siempre y ellos mismos se burlaban.

Mis padres me llevaban al psicólogo, mamá es una, pero me daba vergüenza hablar con ella de mis problemas, siempre había sido así. No me había abierto a nadie que no sea Sean, o mis otros primos. 

A las 5:00 p.m. nos encontrábamos aburridos, sin nada que hacer. Así que decidí cobrar a Sean por lo del apoyo moral que le di hace exactamente cuatro días, en su primer día de clases en el instituto.

Grayson

La práctica terminó antes de lo planeado, el entrenador nuevo parecía saber de estos temas, así que tan difícil no fue. Se supone que entrenamos lunes, miércoles y viernes después de clases. Y cuando hay algún juego nos la pasamos prácticamente en la cancha entrenando. Mañana son las pruebas para ver si habrán nuevos integrantes al equipo de baloncesto, y de todos los deportes en general. Hay cinco puestos y aproximadamente vendrán treinta chicos de todos los años. Por lo menos no soy el capitán, así que no tengo por qué preocuparme por ver quién es bueno o no para el equipo. Aunque eso nos podría costar la victoria en la final, si es que llegamos.

Ahora mismo Ryan y yo esperábamos a Rachel y Louisa. Ya nos duchamos y cambiamos, y ahora sólo tenemos que estar unos diez minutos más para que ellas terminen su entrenamiento. Por lo que sé, mañana también habrán pruebas para nuevas animadoras.

Siempre me pareció curioso el hecho de que las animadoras sean tan... optimistas. Siempre sonriendo y diciéndote cosas buenas. Y gritando, los gritos en su entrenamiento nunca van a llegar a faltar. Disfruto mucho cada entrenamiento de baloncesto si ellas están haciendo sus piruetas y bailes. Es un excelente método para subir los ánimos.

Hoy no teníamos mucha tarea, sólo la del profesor Nicholas y una pequeña investigación de Física. Eran las tres y algo. Tenía suficiente tiempo por la noche para hacer ambas cosas. Normalmente me acuesto a las once, y me duermo a las doce. Pasaba una hora pensando en cualquier cosa, pero lo usual era empezar a pensar cómo mejorar al equipo y cómo puedo contribuir más para éste mismo.

—Oye —miro a Ryan, que mira al gimnasio en donde ya salían las animadoras—. ¿Quieres ir al cine? Y de paso nos llevamos a las chicas.

Medito unos segundos su invitación, y termino aceptando. —Sí, pero tú pagas todo.

Él asiente mientras pone los ojos en blanco. Nos metemos a mi coche y esperamos a que Rachel y Louisa salgan para luego ellas entrar al auto.


[N/A]

Juro solemnemente que uso el guión larguito, pero Wattpad los desconfigura. :c

Gracias por votar y comentar, en serio.

Sean les manda un beso en la mejilla <3

Grace & GraysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora