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Grayson

Los días seguidos a la salida entre Grace y yo pasaron más rápido de lo que canta un gallo. Ya estábamos a mediados de noviembre.

¿Saben qué significa eso?

Así es, ¡vacaciones!

Navidad estaba a la vuelta de la esquina. Ya sentía la magia de esas fechas, y no solo porque mi amada madre empezaba a adornar la casa como dos meses antes de las festividades.

Hagamos cuentas. Nos vamos de vacaciones una semana antes del 24, y regresamos dos semanas después del inicio de año. Aquí hace un frío de muerte, entonces, a menos que vayamos donde mis abuelos paternos, no saldremos de la casa. O, bien podríamos hacer los chicos y yo alguna salida en fin de año, para despejarnos, pasar el rato o algo.

Ryan y yo nos encontrábamos ya en el gimnasio esperando al entrenador junto a los otros del equipo. Ya había tomado mi medicina para aguantar el entrenamiento, almorcé bien y esperaba que no me ocurriera algún ataque de la hipoglucemia.

Como ustedes sabrán, mi atención estaba más que todo puesta en la muchacha que siempre se sienta en las gradas. Ahora acompañada de su mejor amiga, Melissa. Y también por el capitán del equipo, y por un defensa, y por uno de los que están en la banca. El estiramiento usualmente lo hacíamos cada uno acorde al nivel que cada uno efectúe en los juegos.

Sólo que mi calentamiento estaba siendo opacado gracias a que no podía concentrarme si veía cómo tres chicos flirteaban con la muchacha que me encanta. Ella no tenía conciencia de las dobles intenciones de mis compañeros, Grace es tan inocente en esos casos.

Melissa ni siquiera se inmutaba a que su mejor amiga tenía cara de querer salir de entre esos chicos, su centro de atención era Sean Russo.

No podía ir yo, Grayson Cooper, hasta donde ellos y decirles que se apartaran de ella porque no me agradaba la forma en que se le insinuaban, no tenía ningún tipo de derecho sobre ella ni sobre ellos. Confié internamente en que Grace podría con la situación, que ella se daría cuenta de la actitud de ellos y les pediría amablemente que se esfumaran de su vista porque son hormonales y desagradables —ojo, que ella es la amable—, y su presencia la pone incómoda. Pero un grito de auxilio, aunque más bien fue una mirada, fue la que me provocó ir hasta allá.

Siguiendo los ojos azules de Grace, llegué donde ellos. Y mis sospechas fueron ciertas. Los tres idiotas la tenían prácticamente acorralada, y ni me fijé cuando Melissa se marchó, porque no había rastro de su persona en el gimnasio.

— ¿Te han dicho alguna vez lo bella que eres? Ese Grayson tiene una suerte que ni te imaginas...

— ¿Perdón? —apreté el hombro del capitán de baloncesto, quien tenía agarrada a Grace de su mano izquierda. La acariciaba como a un bendito cachorro.

— ¿Eh? —el pelinegro se inclinó para observarme. Posteriormente pareció darse cuenta de que era yo—. Ah, hola.

Hice el gesto con la cabeza. Él seguía con la mano de Grace entre sus horrendos dedos. Alcé una ceja a la chica para que hiciera algo, y lo captó. Alejó su extremidad del chico sonriendo gentilmente. El pelinegro me miró enojado. Los otros dos chicos desaparecieron igual de rápido que mi salud.

—Dijiste algo que me metía a mí, ¿cierto?

—Claro —contestó él—. Le decía a tu novia lo afortunado que eres al tenerla a tu lado. Mírala, es hermosa, humilde, inteligente y todo lo bueno en el mundo —suspiré con desesperación porque estaba coqueteando con ella en mis narices. Sólo que algo que él dijo me emocionó por un segundo, mas recordé la realidad.

Grace & GraysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora